Tú eres eso, de Joseph Campbell

Tu-eres-eso-portadaEn la historia del Grial, los caballeros del rey Arturo emprenden su búsqueda de la sagrada reliquia recorriendo cada uno su propio camino. Perseguir la aventura en grupo hubiera resultado pobre y deshonroso. En el inextricable bosque de las leyendas, solo es válida la senda que el corazón de cada uno escoge. Por el contrario, en nuestras reglamentadas religiones occidentales ―verdadera selva de símbolos―, la senda ya nos viene señalada de antemano, por lo que casi nunca la experimentamos como propia: «cuando hay un camino o senda, pertenece a otro». Se ha cerrado la puerta a nuestra imaginación, a nuestra capacidad trascendente, a nuestra facultad para proyectar un gozoso caudal de empatía sobre la totalidad del ser. Tal es el punto de partida de este bello y apasionante libro de Joseph Campbell (1904-1987), Tú eres eso: Las metáforas religiosas y su interpretación, donde el eximio mitólogo estadounidense acomete la ambiciosa tarea de infundir vitalidad a unos mitos en apariencia obsoletos. Olvidados sus valores connotativos, empeñadas las jerarquías sacerdotales en interpretarlos al pie de la letra, las metáforas y símbolos que los expresan, sujetos a los vaivenes de la historia (o puestos en entredicho por los descubrimientos de la ciencia), adelantan su fecha de caducidad. Se originan así estériles y enconadas luchas entre quienes las consideran meras fantasías y los que defienden una literalidad que poco tiene que ver con el significado profundo del mito, ya sea clásico, judeocristiano o perteneciente a cualquier otra cultura. En la pérdida de los valores connotativos que emparentan a las distintas religiones y mitologías está la raíz de los conflictos étnicos, culturales y religiosos que han marcado, a sangre y fuego, la historia de la humanidad.

Tú eres eso: Las metáforas religiosas y su interpretación (Thou Art That: Transforming Religious Metaphor, 2001) es un libro póstumo, compilado por Eugene Kennedy a partir de materiales inéditos de Campbell (sobre todo conferencias, pero también entrevistas y algún artículo). La identificación de Kennedy con el legado de Campbell parece la del discípulo con su maestro (no hay mayor honor para un discípulo que el de completar la obra de su maestro y sacarla a la luz). Su perfecta comprensión del pensamiento de su mentor garantiza el interés de este libro, ameno y armoniosamente construido. Tú eres eso constituye un hito más en el proceso de recuperación y divulgación que la Fundación Joseph Campbell lleva a cabo de las Obras completas del insigne mitólogo, y que Atalanta nos viene acercando en los últimos años en unas ediciones magníficas, muy atractivas, con esmeradísimas traducciones, como esta de César Aira que el lector tiene ahora la oportunidad de leer. En Tú eres eso se recogen muchas ideas capitales de Campbell (singularmente, de Las máscaras de Dios), lo que la convierte, por su breve extensión y claridad de discurso, en una perfecta puerta de entrada a su universo conceptual, con frecuencia complejo y abierto a una amplia gama de dominios.

Tras una breve introducción del editor, el libro se inicia con una definición del concepto de mito, que Kennedy ha tenido el acierto de insertar en el cómico contexto de una entrevista entre Campbell y un periodista zafio y beligerante. A continuación, se repasan las cuatro funciones que cumplen los mitos para Campbell: religiosa, interpretativa, moral y de acompañamiento, y que se concretan metafóricamente a través de símbolos. A este respecto, el mitólogo distingue dos grandes zonas geográficas en la manera de vivir los símbolos de la experiencia religiosa. De un lado, Europa y el Oriente Próximo; de otro, la India y el Extremo Oriente. A diferencia de las religiones orientales, en la nuestra se ha primado el establecimiento de una relación entre el hombre y Dios, y no una identificación. Dicha relación viene regulada por una institución intermediaria, fenómeno que Campbell denomina «primera disociación mítica», que nos despoja de nuestra propia divinidad y nos compromete con unas estructuras jerárquicas que conducen inevitablemente a vivir el misterio de manera alienada. Esta dualidad típicamente occidental genera las éticas del bien en su lucha contra el mal, que contrastan con los cultos orientales, para los que dichos valores se confunden en un todo. Esta doble manera de concebir la experiencia religiosa viene determinada a su vez por dos órdenes diferentes de meditación: la discursiva y la «explosiva». Si las metáforas religiosas tienen como propósito común el de apuntar hacia el misterio del ser, las religiones codificadas y normalizadas impiden su acceso mediante esa meditación discursiva que preconizan: «la experiencia del misterio no viene de esperarlo sino de abandonar todos los planes, porque nuestros planes están basados en el miedo y el deseo. Cuando los dejamos caer sobreviene el esplendor».

Llegados a este punto, se hace evidente el alcance del título que el editor, Eugene Kennedy, ha escogido para encabezar su compilación: Tú eres eso, traducción del precepto «Tat Tvam Asi», perteneciente al texto sagrado hinduista Chandogya Upanishad (c. VIII a.C.). Una inequívoca alusión a las religiones que ponen su acento en la consciencia compartida, en la mirada que nos une al todo y que se manifiesta en el sentimiento de la compasión (como ya resaltó Jung): un valor crucial en el pensamiento cristiano al que habría que devolver toda su pureza original. En contraste con este principio de unidad, Campbell subraya las consecuencias que determina el carácter tribal de las religiones semita y hebrea, cuyos dioses no representan a las fuerzas de la naturaleza, ni son intercambiables con los de otras culturas y religiones, como sucedía entre griegos y romanos. Es más, sus normas éticas, principalmente sociales, actúan contra la naturaleza, por lo que no pueden servirnos como guía de comportamiento sin inducirnos una inevitable angustia. Pocas veces, nos recuerda Campbell, hemos podido reconciliar «su estéril tradición espiritual con las glorias del mundo de la vida». Es así que el problema de algunos místicos, sobre todo a partir del Renacimiento, surgió precisamente de su intento de conjugar un pensamiento hermético más libre (como el que se plasma en la obra de Marsilio Ficino) con la tradición canónica de origen mosaico. Se enfrentan, pues, dos mitologías de signo diferente. De un lado, las que ven bondad en la naturaleza e instan al hombre a integrarse gozosamente en ella. Son las mitologías de la Diosa Madre. De otro lado, las de los pueblos nómadas, para quienes el mundo está corrompido y resulta inevitable luchar contra el mal que lo inficiona. Estas mitologías, herederas del zoroastrismo, destruyen las de la Diosa Madre. Sin embargo, para nuestra esperanza, Campbell cree descubrir, a lo largo de la historia de la humanidad, un movimiento dialéctico de alternancia entre estos dos principios antagónicos. Es tiempo, pues, de variar nuestra mirada y llenar de un sentido más trascendente nuestras creencias.

Aunque el título del libro, Tú eres eso, parece apuntar preferentemente a las religiones orientales, sus capítulos centrales se orientan al estudio de la tradición judeo-cristiana, a las que el autor desea insuflar una nueva vitalidad, y no en modo alguno minusvalorar. En un primer capítulo, Símbolos de la tradición judeocristiana, Campbell dirige su mirada al libro del Génesis y a la figura de Abraham como padre del pueblo judío. El episodio de la expulsión del Jardín del Edén simboliza el tránsito de lo que antes estaba unido a lo que ahora se muestra dividido: hombre y mujer, bien y mal, Dios y hombre. Según Campbell, somos nosotros mismos los que nos mantenemos fuera, por nuestro miedo a la muerte y el «deseo de obtener más de este mundo». La expulsión de tan privilegiado paraíso no es un hecho histórico, desde luego, pero sí una buena imagen de nuestra desamparada situación actual, de nuestra infeliz manera de vivirla. También analiza Campbell en este capítulo otros importantes episodios del Antiguo Testamento, como la Torre de Babel, el paso del mar Rojo o el Éxodo. Un mayor grado aún de concreción se alcanza en el capítulo siguiente, Comprender los símbolos de la espiritualidad judeocristiana, donde su autor estudia el valor simbólico de algunas figuras del Nuevo Testamento, relacionándolas con otras equivalentes que aparecen en diferentes tradiciones míticas y religiosas. Como ejemplo de la profundidad e interés del capítulo, señalaré únicamente su indagación simbólica de la Cruz, en la que Campbell traza convincentes paralelismos con la figura de la Serpiente Emplumada maya, el árbol Yggdrasil (del que Odín colgó durante nueve noches) o, incluso, con el mandala junguiano que representa las cuatro funciones psicológicas fundamentales, cada una correspondiente a un extremo de la cruz y que se organizan en pares de opuestos (sentimiento / pensamiento; sensación / intuición). La centralidad de Cristo sobre la Cruz significaría su triunfo como unificador de conflictos. Otros importantes símbolos investigados por Campbell son: el nacimiento virginal, la escena del pesebre en Belén, la huida a Egipto, el magisterio del niño Jesús en el templo, los milagros de Cristo, la simbología de la Última Cena, la figura de Judas, la Crucifixión o el fin del mundo.

Los dos últimos capítulos nos ofrecen un enfoque complementario: una doble coda que nos acerca aún más a la figura del autor. En Sesión de preguntas, Kennedy ha seleccionado algunas de las respuestas ofrecidas por Campbell en el transcurso de las mismas conferencias que le sirvieron de base para confeccionar el libro. Desconocemos el grado de elaboración que han sufrido las fuentes, la mayor o menor literalidad de las transcripciones, pero muchos seguidores de Campbell encontrarán sin duda emocionante poder imaginarse al propio maestro disertando en vivo sobre cuestiones tan atrayentes como el estado de la mitología en el mundo actual, el significado del sufrimiento en la experiencia humana o el valor de los rituales como vehículos de participación en el mito. Sorprende la habilidad oratoria del autor, tan capaz de improvisar ante sus oyentes una valoración simbólica de la catedral de Chartres como de explicar los pormenores de la simbología kundalini.

Cierra el libro una entrevista realizada por el editor, Eugene Kennedy, a Joseph Campbell («Amanecer de la Tierra: el alba de una nueva consciencia espiritual», New York Times Magazine, 15 de abril de 1979). Este interesante texto, publicado originariamente con ocasión de la Pascua, pone su acento en el mensaje de renovación que preconiza dicha festividad, relacionándolo con el reto que conlleva el advenimiento de una nueva «Era Espacial». Realizada una década después de la llegada del hombre a la luna, el título de la entrevista alude directamente a la toma de conciencia que despertó en la humanidad el claro de tierra contemplado desde nuestro satélite: una poderosa imagen que nos hizo descubrirnos en la unidad. (Ahora que se celebran los 50 años de dicho evento, este documento viene oportunamente a recordarnos la enorme repercusión que tuvo en su momento, incluso sobre el pensamiento no estrictamente científico). La Pascua como símbolo de renovación espiritual se conjuga, pues, con la exigencia que marca esta nueva era; esto es, abandonar la idea de un universo dividido. Nuestra nueva perspectiva del universo nos abre los ojos a una realidad diferente: «Los viajes al espacio exterior nos devuelven al espacio interior», asegura Campbell. El cielo está en la tierra. Los nacionalismos excluyentes, la cerrazón de los grupos sociales, los vaticinios apocalípticos van en la dirección equivocada. Hasta en una creencia tan popular como la de los platillos volantes (un tema muy de moda por aquellas fechas; el propio Jung se ocupó de ellos a finales de los años 50) descubre Campbell camuflada la misma postura conservadora que nos invita a esperar un auxilio que viene de fuera, de los cielos.

Finalizada la lectura del libro, nos queda la vivencia de haber atravesado un verdadero bosque de símbolos y metáforas. Su complejo discurso ha ido calando lentamente en nosotros, y al igual que los caballeros artúricos con su bosque de leyenda, cada uno de nosotros ha recorrido su propio camino, marcado por intereses y convicciones muy diferentes. Para todos quedará, sin embargo, la invitación a leer el mundo más allá de sus apariencias, poniendo en juego una imaginación trascendente. Si hoy en día, con el planeta amenazado por el cambio climático, parece más saludable que nunca el cumplir aquella vieja idea de que la naturaleza es un libro que nos conviene leer, hagámoslo poniendo en juego el potencial de nuestra imaginación. Olvidemos por un instante que muchos todavía preferirán que les sigan indicando lo que deben pensar o hacer (o se adentrarán en el bosque de sus sueños con un GPS en la mochila). Sí, pongamos entre paréntesis que somos una especie gregaria, y cerremos ya esta larga reseña con las palabras de alguien que supo encontrar su propio camino: «La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento tiene límites; la imaginación abraza al mundo entero» (Einstein).

Reseña de Manuel Fernández Labrada

«Nos rodean mitologías hechas añicos. Nos encontramos en lo que yo llamo una morrena terminal de sistemas míticos rotos que antaño estructuraban la sociedad. Podemos detectarlos a nuestro alrededor. Uno puede elegir cualquiera de estos fragmentos que active su imaginación para su propio uso. Permitamos que nos ayuden a conformar nuestra propia relación con el sistema inconsciente del que provienen estos símbolos
«Judías o cristianas, nuestras religiones han acentuado demasiado el aspecto estrictamente histórico, lo que nos lleva, por decirlo de alguna manera, a adorar el propio hecho histórico, en lugar de leer a través de ese hecho el mensaje espiritual que nos concierne. La gente se vuelve hacia la religión oriental porque allí encuentra el verdadero mensaje cuyo acceso se le ha cerrado en su propia religión por un exceso de literalidad e historicismo, y que ahora ve abrirse de nuevo».
(Traducción de César Aira)

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2 respuestas a Tú eres eso, de Joseph Campbell

  1. Libros de Cíbola dijo:

    Estupenda y completa reseña. Yo también he leído este libro estos días. Saludos

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