El caminante, de Hermann Hesse

No obstante su brevedad, El caminante (Wanderung, 1920) es uno de los trabajos más atractivos y representativos de Hermann Hesse (1877-1962), en cuanto que refleja su triple actividad de prosista, poeta y pintor. Aunque Hesse es conocido sobre todo por sus novelas, relatos y ensayos, nunca abandonó el cultivo de la poesía, una labor que le acompañó a lo largo de toda su vida y por la que siempre demostró gran entusiasmo. En cuanto a la pintura (concretamente la acuarela), fue para él poco más que un entretenimiento, una actividad paralela que le deparaba gratos momentos de ocio (ese arte del ocio, esas pequeñas alegrías que siempre defendió), así como bellos objetos artísticos y personales con los que obsequiar a sus amigos, ilustrar libros propios o sufragar actividades benéficas. Las acuarelas que acompañan este libro no son, desde luego, las más acabadas de las suyas; pero hemos de pensar que El caminante es sobre todo un diario de viaje, un cuaderno de notas (al menos en apariencia) en el que las ilustraciones deben juzgarse como rápidos bocetos tomados al paso. Hace tiempo que no disponíamos de una edición de esta emocionante obra, que ahora publica oportunamente la editorial Caro Raggio, prologada, anotada y traducida por Lorenzo Zabala y Ana Mª Carvajal Hoyos.

El caminante toma como pretexto un viaje a Italia para ofrecernos un conjunto de estampas, un diario de observaciones y reflexiones del autor, cuidadosamente ensambladas, donde alternan breves textos en prosa, poemas y acuarelas. Un viaje que tiene mucho de vagabundeo (como el del entrañable holgazán de Eichendorff), y que es sobre todo un viaje al interior de uno mismo, una autoafirmación del rechazo a la existencia aburguesada y predecible, del desprecio a las fronteras y a los prejuicios. En esta marcha hacia el Sur (hacia esa Italia soleada y tan mitificada por los románticos alemanes) lo importante no es el destino en sí, sino el viaje, el caminar, la aceptación gozosa de todo lo que nos va saliendo al paso. «El viajero que regresa es alguien distinto al hombre que permaneció en casa.» El caminante atesora un generoso caudal de amor, que vierte sobre todo aquello que se va encontrando: campesinos, montañas, casas de labor, árboles, niños…, seres humildes que bajo su mirada extasiada relucen como el oro. El caminante avanza acunado por los recuerdos, las ensoñaciones, las fantasías y las bellezas naturales que va descubriendo en el paisaje, cada vez más ameno y más cálido. Para el norte, para el hogar, apenas queda la nostalgia, pues el convencimiento de que la patria la llevamos con nosotros se fortalece a cada paso. No importa que también sobrevengan momentos de tedio y desánimo, días en que «todas las cuerdas están desafinadas, todos los colores desteñidos»: es el precio que el caminante debe pagar por su vida gozosa y poco convencional. En sus páginas Hesse se confiesa amigo de comer de la mochila, de vestir pantalones desflecados, de desconocer a ciencia cierta dónde dormirá la próxima noche… No se avergüenza de reconocer que cada bella joven que le sale al paso se queda prendida en su corazón, pues sabe que su sentimiento es efímero, tan sólo un destello de ese gran amor por el mundo, ese mundo maravilloso y multiforme que se le va ofreciendo y entregando conforme avanza.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

Dos ediciones antiguas de El caminante. La de Bruguera fue reeditada numerosas veces en los años 80

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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17 respuestas a El caminante, de Hermann Hesse

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  2. Montserrat Varela dijo:

    Me encanta en un momento de mi vida yo me sentí así

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    • Comparto tu vivencia, Montserrat. Creo que, para muchos lectores, El caminante de Hesse es un perfecto ejemplo de eso que se ha convenido en llamar «libro de culto»: una lectura a la que regresamos una y otra vez para reafirmarnos en algo que nos resulta esencial.

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      • Carlos dijo:

        Comparto con ambos, es un libro que conocí el último año de colegio y lo sentí tan mío. Recuerdo haberlo regalado a una novia que partía al extranjero. Después de casi 10 años volví a conseguirlo en una vieja librería. Hoy después de casi 25 años de mi primer encuentro, ya no lo dejo partir y no me canso de mirar a través de los ojos del caminante.
        Saludos de Chile .

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      • Gracias por contarnos tu experiencia, Carlos. Creo que no son muchos, en efecto, los textos que conservan su validez a lo largo de una vida. El paso del tiempo, las modas, nuestra evolución personal… nos distancian de unos y nos aproximan a otros. Sólo algunos permanecen. Saludos,
        Manuel

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  3. Sara Tamamoto dijo:

    Lo lei cuando tenia 18 hoy a mis 58 recuerdo que en la simplesa y la cencilles de sus palabras se encerraba lo profundo , siempre me acompanaba, pero uan dia lo preste y nunca mas supe de el, aun sigo buscando un ejemplar y no lo consigo. Pero en mi mente aun recuerdo parte de ellas

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  5. Carlos Fortes dijo:

    Debiéramos hacerlo habitualmente…. caminar , observar , pensar… La libertad en su máxima expresión. …

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  6. Jordy dijo:

    Me gustaría conseguir el libro pero no lo encuentro en ninguna librería.
    Alguien me puede ayudar.
    soy de valencia

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  8. Teresita dijo:

    Me encantó gracias

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