Bibliotecas imaginarias, de Mario Satz

Para muchos enamorados de los libros, uno de los episodios más emocionantes de El nombre de la rosa, la célebre novela de Umberto Eco, lo constituía el escrutinio bibliófilo que sus protagonistas emprendían en la misteriosa abadía en que se albergaban, provista de una biblioteca excepcionalmente bien surtida de códices únicos y sorprendentes. No cabe duda de que una biblioteca representa, para muchos lectores, el más maravilloso de los escenarios: un lugar de encuentro donde es posible el gozoso hallazgo de ese libro (quizás no conozcamos ni su título ni su autor) que colmará todas nuestras expectativas, revelándonos misterios o bellezas incomparables. Tales anhelos y fantasías ―más o menos presentes en cada lector― están en la raíz de este nuevo libro de Mario Satz, Bibliotecas imaginarias: un amplio muestrario de bibliotecas ―algunas reales, la mayoría inventadas― que incluye configuraciones tan asombrosas como la de una biblioteca de Praga que reproduce, en su retorcida arquitectura interna, el inferno de Dante. Verdaderas cámaras del tesoro que albergan, en muchas ocasiones, volúmenes tan fantásticos como un «libro de hojas especulares de bronce» que nos permite indagar en nuestro interior, otro cuyo protagonista cobra vida para reclamar el propio volumen a su encuadernador, o incluso uno ―su autor es la misma Naturaleza― que se nos revela escrito por las pisadas del tigre sobre la nieve.

Biblioteca imaginarias, el último trabajo publicado por Mario Satz (Acantilado, 2021), representa una admirable síntesis de conocimiento y poesía. Un feliz ejercicio literario y de imaginación que se fragua en una colección de atractivas estampas que conducen al lector de sorpresa en sorpresa. Evocaciones de diferentes épocas llenas de colorido, que tienen al libro como protagonista y que testimonian en su autor amplios conocimientos históricos, así como una singular maestría para alumbrar escenas de una conmovedora belleza. Pocos libros obran el milagro de conservar despierta la atención del lector hasta sus últimas páginas ―máxime en un volumen que recoge casi medio centenar de relatos―, sin que decaiga el interés y manteniendo idéntica calidad y variedad en todas y cada una de sus historias. Un título que viene a sumarse a otros anteriores del mismo autor, como Pequeños paraísos o El alfabeto alado, imbuidos también de un singular encanto. Sabíamos por Borges que las bibliotecas podían contener infinitos libros, pero no sospechábamos que un libro ―ni tan siquiera de arena― pudiera recoger tantas y tan sugestivas bibliotecas.

Especial desasosiego nos suscitan las bibliotecas perdidas, aquellas que salvaguardaban libros que ya no podremos leer. Se ha roto un valioso vínculo que nos unía con el pasado: «escribimos para iluminar el nexo entre las generaciones que ya no están y las que aún no han venido». Son muchas las amenazas que se ciernen sobre el libro, que en la fértil imaginación de Mario Satz incluyen casos tan peregrinos como el de una biblioteca atacada por un extraño hongo violeta que vuelve ilegibles sus volúmenes. Pero es la propia mano del hombre la responsable más habitual del daño. Porque la historia de los libros es también la de su destrucción, sujetos como están a pérdidas, incendios y robos: a las guerras, exterminios y odios que entreveran la historia de la Humanidad. Así, veremos a la intolerancia religiosa cebándose en la quema de unos códices mayas (La cueva de los códices), o en la destrucción de una biblioteca andalusí a manos de tropas bereberes (Madinat Al-Zahra). Recintos de paz y sabiduría que se transforman, de la noche a la mañana, en escenarios del horror, como así sucede en una biblioteca infantil del gueto de Varsovia durante la ocupación nazi (La salvación por la lectura). El libro, testimonio de la razón humana frente a la barbarie, es una de las primeras víctimas de la guerra, al igual que los niños. En algunos casos las bibliotecas se salvan de su destrucción desapareciendo. Son las bibliotecas clandestinas, como la que ocultan unos judíos de Girona (El año de la peste), o la de una secta cristiana perseguida que duerme bajo tierra a la espera del momento idóneo para volver a la vida (El cántaro enterrado). A veces los libros no se destruyen ni desaparecen, pero son objeto de expolio, como la biblioteca del emperador de China, que cae en las codiciosas manos de un diplomático inglés sin escrúpulos (El jardín del brillo perfecto). Frente a tantas pérdidas y destrozos reconforta leer la historia de una biblioteca en el exilio que retorna milagrosamente a su lugar de origen (Toledo) quinientos cincuenta años después, tras vencer enormes distancias, guerras y devastaciones (El fondo Kati).

En torno a libros y bibliotecas, Mario Satz da vida a un abigarrado conjunto de personajes inventados: escribas, impresores, fabricantes de plumas y cálamos… Protagonistas anónimos de pequeñas historias relacionadas con los libros, como la de un viejo pescador de esponjas retirado que aprende a leer, o la de un impresor veneciano, amenazado por el acqua alta, que se obstina en salvar sus libros. Individuos todos que comparten con nosotros, más allá de los siglos que nos separan, una misma pasión. También hallaremos en el libro de Satz leyendas hábilmente reelaboradas, como la de Kaldi, el abisinio: un afortunado beduino de quince años que descubre el café gracias a la inquietud de sus cabras, y al que los monjes otorgan como recompensa el valioso regalo de enseñarle a leer (Los libros de un beduino). Algunas veces, el espacio reservado a los libros en la ficción es mínimo, pero no por ello dejan de sumar su peculiar color a la historia. Así lo veremos en el bello relato titulado La avenida de las bestias, protagonizado por un veterano legionario que, hastiado de reclutar fieras para el circo en los confines del imperio, encuentra sosiego en la compañía del médico Rufo, su amigo cristiano, dueño de una pequeña biblioteca: un raro oasis de paz y sabiduría en el mundo de crueldad en que se ha desarrollado la vida del militar romano.

Junto a leyendas y personajes de ficción, Mario Satz retrata también personajes históricos relacionados con la cultura y los libros. Breves estampas, cuidadosamente cinceladas, de filósofos, escritores o artistas: Pitágoras, Sei Shönagon, Paolo Ucello, San Jerónimo, Jenofonte, Cagliostro… Para todos ellos, la biblioteca es una fuente sólida de felicidad. Es el caso de Ovidio, que encuentra en sus libros el mejor consuelo para un doloroso exilio en tierras bárbaras (La tristeza de Ovidio). Pero hay algo más. Una original aventura de Quevedo (La minúscula biblioteca de Quevedo), orquestada en torno a la pérdida de una maleta con libros diminutos, o las confesiones de un anciano que vive obsesionado por la posesión exclusiva de libros protagonizados por ninfas y diosas (La cabaña del amigo de las musas) nos revelan el placer de la moderación y la excepcionalidad. En un libro con tantas y tan variadas bibliotecas como el de Mario Satz no podía faltar la biblioteca personal, íntima, aquella donde la cercanía es más importante que el número, y que se fundamenta en el placer que nos procuran aquellos libros, pocos y selectos, que mejor responden a nuestra personalidad. Son esas voces amigas, forzosamente minoritarias, a las que nos resulta imperativo retornar una y otra vez, a fin de ratificarnos en algo que para nosotros resulta esencial.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

Esta reseña también la he publicado en El Cuaderno

«Los libros de la biblioteca procedían de todos los rincones de Europa y algunas de sus tipografías eran tan minúsculas que casi todos los lectores usaban lupas en sus excursiones por las páginas. No fumaban, comían ni bebían allí. Se entregaban a abrir y acariciar los libros con la renovada esperanza de que alguna respuesta del más allá, proveniente de las remotas generaciones que, como ellos, habían estudiado, aprendido y olvidado, aportase a sus vidas consuelo y encanto, las claves y cifras de la dicha.»
«Un amanecer llegó el sol de Apolo y un destello de felicidad lo inclinó hacia su biblioteca para descubrirle que todos sus libros versaban sobre mitos y leyendas femeninos. Allí estaban las vidas y obras de la nodriza, la maga, la curandera, la amante, la mensajera, la cantante, la asesina, la vidente, la cocinera, la bordadora, la bruja, la equilibrista, la bailarina y, por fin, en un rincón, Mnemósine, la memoria. Temía llevar a sus amigos a la biblioteca para que no lo tildaran de obseso. En su pensamiento pesaban más las musas, las náyades, las nereidas, las hamadríades y las ondinas que las mujeres reales. En las noches de buena luna dejaba un plato con agua para que su rostro lo mirara simultáneamente de arriba y abajo.»

Londres, 1940

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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2 respuestas a Bibliotecas imaginarias, de Mario Satz

  1. Libros de Cíbola dijo:

    Magnífica reseña. Es un libro que se me pasó por alto pero que voy a leer lo antes posible. Un saludo.

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