Los discípulos en Sais, de Novalis

wLas piedras más pequeñas y singulares son muchas veces las más valiosas y duraderas. Tal sucede con algunos libros, y un buen ejemplo de ello puede ser —salvando las distancias— la breve novelita que hoy reseñamos, Los discípulos en Sais, obra del poeta y filósofo alemán Novalis (1772-1801). Uno de esos textos de importancia cardinal, que influyen en el pensamiento de toda una época, desde la que irradian en múltiples direcciones, marcando una profunda huella. Un texto que podemos leer ahora en esta bella edición que nos ofrece WunderKammer, traducido por Rodolfo Häsler y acompañado de un posfacio de Andrés Ibáñez: una necesaria ayuda para adentrarnos en un libro denso, de lectura exigente, pero que premia al lector con imágenes y razonamientos sutiles, de una enorme belleza y fascinación. Los discípulos en Sais tiene poco de novela, es cierto. Su «desaliño romántico», su mezcla de relato, reflexión y poema, así como la indefinición de sus personajes parecen anunciar una figura nueva, nada amiga de sujeciones formales. Por si fuera poco, la obra quedó inconclusa (algo que difícilmente sorprenderá a un lector perspicaz). Tallar un diamante con tantas aristas no es tarea sencilla.

Novalis (seudónimo de Georg Philipp Friedrich von Hardenberg) fue una de las figuras más originales y sugestivas del primer Romanticismo. Su breve existencia no le permitió dejarnos una obra demasiado extensa, aunque sí variadas muestras de sus intereses creativos, que se extienden al ensayo, la prosa filosófica o la poesía (Himnos a la noche). Durante sus últimos años, Novalis trabajó como inspector de minas en Weißenfels, una experiencia que aflora con frecuencia en su obra, defensora de una mirada sobre el mundo natural que integra ciencia y poesía. Así podemos verlo en ese bello relato del viejo minero, intercalado en el Heinrich von Ofterdingen. Y es que el reino subterráneo, en concreto, tiene una notable presencia en el imaginario romántico alemán, en relación con ese mundo fantástico de enanos orfebres y tesoros escondidos que pueblan su mitología (para comprobarlo bastaría con leer dos bellísimos textos: El Runenberg, de Tieck, o Las minas de Falun, de Hoffmann). En Los discípulos en Sais también aparece un relato intercalado, el correspondiente al viaje de Jacinto, comprometido en la búsqueda de su particular «flor azul» ( la joven Flor de Rosa). Ambos textos coinciden de igual manera en su mezcla de narración y diálogo, reflexión y poesía, sueño y vigilia.

Encuadrable en el contexto de la Naturphilosophie alemana, el tema central de los Discípulos en Sais (Die lehrlinge zu Sais, 1798) es la Naturaleza, vista como un libro de signos trascendentes, significativos para la felicidad del hombre. La débil trama de la novelita se resume en el viaje de un maestro y sus discípulos a la ciudad egipcia de Sais. Por supuesto que no se nos brindan pormenores del desplazamiento: una peregrinación mística de tintes simbólicos que nada tiene de terrenal. Los discípulos ya los encontramos en Sais, en torno a un templo maravilloso al que han acudido en pos del misterio de la lengua sagrada egipcia (el lenguaje es otro tema tratado en el libro, un privilegiado vehículo de identificación con el mundo natural). Tanto los propios discípulos como otros viajeros recién llegados a Sais configuran un haz de voces anónimas (solo del maestro se nos ofrece una información más detallada en el primer capítulo), que dialogan o disertan, como en un extraño sueño, sobre los variados significados y valores de la Naturaleza. No obstante su indudable vocación científica, resulta innegable que, de las dos aproximaciones posibles, la poética y la estrictamente científica, Novalis se inclina por la primera, o mejor aún, por una síntesis entre ambas. Es el enfoque que nos permite liberarnos de ese infierno de aniquilación que subyace en el seno de la Naturaleza, de esa disgregación sin sentido que la ciencia proyecta sobre sus misterios, que la desmenuza por arriba y por abajo sin concedernos otro beneficio que la desesperación:

Ahí se encuentra la astuta trampa tendida al entendimiento humano, y la Naturaleza lo intenta aplastar por todas partes, como a su mayor enemigo. ¡Vivan la ignorancia pueril y la infantil inocencia de los hombres! Son ellas las que ocultan esos terribles peligros, que desde todos los lados arrecian, como aterradores indicios de tormenta, alrededor de las tranquilas moradas de los seres humanos, a punto de caer sobre ellas a cada instante.

Nuestro actual amor por la Naturaleza es la débil huella de una vivencia compartida en tiempos remotos: una comunión con el mundo natural que el hombre perdió por culpa de su ambiciosa voluntad de «convertirse en dios». Nuestro pensamiento actual es solo un residuo mezquino de ese sentimiento perdido de unidad: un mero sueño que nos condena a «una vida marchita, de un color gris y mortecino». Una especie de Tierra baldía. La llave para emprender el retorno a esa añorada «Edad de Oro» solo estaría en manos de los niños y de los poetas, cuya creatividad es idéntica a la que fecunda la Naturaleza. Un camino de vuelta probablemente imposible. Aunque los poetas se obstinen en ello.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

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«Científicos y poetas han hablado siempre la misma lengua, han pertenecido desde siempre a un mismo pueblo. Lo que unos consiguieron descubrir y ordenar, los otros lo han utilizado para satisfacer las necesidades del corazón humano, y darle así su alimento cotidiano. Entre los dos han penetrado en esa Naturaleza inmensa, la han convertido en múltiples Naturalezas diferentes, pequeñas, amables. Mientras los unos perseguían, con sutil sentimiento, las cosas escurridizas y fugitivas, los otros, a golpe de pico, trataron de penetrar en la estructura y en las relaciones entre las diferentes partes. Entre los brazos de estos últimos murió la amable Naturaleza, dejando nada más que restos palpitantes o muertos, mientras que, reanimada por el vino generoso del poeta, emitía sus cantos más despiertos y divinos…»
(Traducción de Rodolfo Häsler)
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Goethita, un mineral que devuelve el saludo a un poeta

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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4 respuestas a Los discípulos en Sais, de Novalis

  1. Hola Manuel, tomo nota de la recomendación. Wunderkammer es una de esas editoriales que poco a poco van conformando uno de los mejores catálogos, en mi opinión, del mercado editorial. Al hilo de Novalis y la flor azul, hacer mención a esa estupenda novela que es La flor azul, de Penelope Fitzgerald, en la que ésta pergeña una particular biografía de Novalis que resulta subyugante de principio a fin.
    Un saludo.

  2. SUSY dijo:

    GRACIAS POR LAS RECOMENDACIONES !

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