Una boda en Lyon, de Stefan Zweig

unnamedAhora que las nuevas condiciones de confinamiento nos permiten volver a las librerías, resulta un verdadero placer reencontrarnos con aquellos desafortunados volúmenes que, habiendo visto la luz en fechas tan desfavorables, se quedaron esperándonos en los estantes y escaparates. Tal es el caso de este delicioso librito que hoy reseñamos, Una boda en Lyon, uno de los títulos publicados por Acantilado en el pasado mes de febrero. Un reencuentro que es además doble, al permitirnos recuperar la palabra de un escritor bien conocido, uno de los más admirados y leídos del pasado siglo: Stefan Zweig (1881-1942). Después de tantas semanas escrutando los estantes de nuestras bibliotecas a la caza de lecturas olvidadas (una tarea, sin duda, fructífera), de nuevo tenemos entre las manos un libro de esos que «todavía huelen a imprenta». Y no será el último, desde luego. Nuestro aprecio por el libro físico, por el volumen que podemos acariciar mientras lo leemos, ha vuelto reduplicado.

Una boda en Lyon reúne cuatro relatos que abarcan un espacio temporal de gran amplitud, comprendido entre 1901 y 1946. Cuatro historias muy breves que comparten una elevada carga emotiva, y donde el habitual enredo de la trama cede todo su protagonismo al magistral retrato de unos seres rebosantes de humanidad. Quizás algún lector crea detectar excesivas gotas de buenismo en la traza de algunos personajes, o en las situaciones tan cargadas de sentimiento que protagonizan. Pero mejor que no se engañe. Su excepcionalidad subraya precisamente lo contrario: nuestra general indiferencia hacia la suerte de los demás, el invencible apego al dinero y al interés particular, el desprecio y desagrado que inspiran los más desfavorecidos.

El relato que da título al libro, Una boda en Lyon (Die Hochzeit von Lyon, 1927), es el testimonio de un dramático reencuentro acaecido durante uno de los más sangrientos episodios de la Revolución Francesa (1793). Un estupendo relato en el que me parece ver un tardío eco de esas historias tenebrosas de mazmorras, ejecuciones y evasiones temerarias que tanto éxito cosecharon en Francia, por razones obvias, en los albores del siglo XIX, y que tuvieron su prolongación musical en la denominada «opéra à rescousse» (el Fidelio de Beethoven es seguramente su pieza más perdurable). Aunque Zweig era un experto conocedor de este período revolucionario francés (al que dedicó importantes ensayos), el contexto histórico no es el elemento nuclear del relato, aunque esté muy cuidadosamente reflejado. El mensaje es más intemporal. En los hombres alientan fuerzas escondidas, de un vigor insospechado. La solidaridad desinteresada puede despertar de su letargo cuando se pulsa la cuerda apropiada.

La caminata (Die Wanderung, 1902) es un relato muy breve y sencillo, tan perfectamente lineal como una larga marcha por el desierto, pero capaz de inducir en el lector una angustiosa espera que no se resuelve hasta las últimas líneas. Ambientado en los primeros años de nuestra era, su evidente valor simbólico se presta a variadas interpretaciones. Un momento de debilidad puede resultar fatal para el éxito de nuestros propósitos. Lo que más ardientemente perseguimos es lo que peor reconocemos cuando lo tenemos delante. El siguiente texto, Un ser humano inolvidable (Ein Mensch, den man nicht vergisst, 1946), es la emocionante pintura de un personalidad fuera de lo común, dotada de un aristocrático desapego —no ofensivo— a los grandes ídolos que adora la sociedad. ¡La entereza moral de algunos mendigos es proverbial, al menos desde Diógenes! Y es que el bueno de Anton es un outsider capaz de protagonizar la más maravillosa de las paradojas: mantenerse al margen de la sociedad, distante de sus valores, sin perder el respeto y aprecio de quienes la sustentan. Finalmente, Dos solitarios (Zwei Einsame, 1901) está ambientado en el alienado y deprimido mundo de los obreros, donde unos seres, marginados doblemente por su fealdad, ocupan el escalafón más bajo. Una instantánea de ese atroz vínculo que suscita el sufrimiento compartido.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

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«Sería desagradecido por mi parte olvidar al hombre que me enseñó dos de las cosas que resultan más difíciles en esta vida. En primer lugar, y partiendo de una absoluta libertad interior, a no someterse al más fuerte de los poderes de este mundo, el del dinero. Y en segundo lugar, a vivir entre nuestros semejantes sin crearse siquiera un solo enemigo».
(Traducción de Berta Vias Mahou)
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Diógenes pone a punto su farol

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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4 respuestas a Una boda en Lyon, de Stefan Zweig

  1. Libros de Cíbola dijo:

    Magníficos los relatos cortos de Zweig, de un clasicismo atemporal. Un saludo.

  2. Stefan Zweig es siempre un hallazgo, amigo Manuel. Yo de hecho lo llamo para mí siempre de ese modo: ‘El hallazgo’. Autor muchas veces pronunciado y no tan leído (para desgracia de quienes no lo leen :-). ¡Gracias por esta entrada!

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