Macrocosmos, microcosmos y medicina: los mundos de Robert Fludd, de Joscelyn Godwin

En la novela El juego de los abalorios, de Hermann Hesse, el personaje de Josef Knecht, magister ludi en la utópica provincia de Castalia, consagra su vida entera al apasionante juego de relacionar los saberes del hombre. La historia, que se desarrolla en el lejano año de 2400, nos pinta una empresa de índole intelectual cuya excelencia no radica tanto en su incierto cumplimiento como en la grandeza y dificultad de su desafío. Desde que el hombre es hombre, o lo que es lo mismo, desde que el ser humano comenzó a inventar mitos para hacer habitable su mundo, no creo que exista otra aspiración más noble y ambiciosa que la de abarcar, bajo una sola mirada integradora, la totalidad del Ser. En el tránsito entre Renacimiento y Barroco, en un momento histórico en que las ciencias no estaban estrictamente compartimentadas y la especialización no limitaba la visión del humanista, ese conocimiento superior —utopía para nosotros, verdadera piedra filosofal para los sabios antiguos— aún parecía posible. Así lo creían, al menos, algunas mentes privilegiadas y eruditas, como la del médico inglés Robert Fludd (1574-1637), el protagonista del libro que reseñamos. Las obras de Fludd exploraron, a lo largo de tres lustros, una extensa variedad de disciplinas científicas y humanísticas, un elenco de saberes trascendentes aglutinados en torno a la convicción de que el Cosmos y el Hombre son entidades reflejas y estrechamente relacionadas.

Ediciones Atalanta, perseverando en su noble propósito de poner a nuestro alcance libros poco comunes y de gran interés, patrimonio casi exclusivo de una minoría de estudiosos o afortunados bibliófilos, acaba de publicar —como primicia mundial— este atractivo y cuidado compendio de las obras de Fludd: Macrocosmos, microcosmos y medicina: los mundos de Robert Fludd, labor del musicólogo y erudito inglés Joscelyn Godwin. Se nos abre así una puerta al conocimiento de un conjunto de volúmenes de compleja composición, un apasionante testimonio de algunas de las más brillantes elucubraciones del pensamiento renacentista.

La obra de Robert Fludd recogida en el libro de Godwin se inicia con dos tratados dedicados al estudio del macrocosmos: una primera Historia del macrocosmos (Utriusque cosmi… historia, 1617), que comprende los orígenes del universo y su composición, seguida de otra Historia de las técnicas (De naturae simia seu Technica macrocosmi historia, 1618) con las que el hombre «imita y prolonga la obra de la Naturaleza», y donde se incluyen disciplinas como la música, la topografía, el dibujo, la mecánica o el arte militar. Los dos siguientes tratados de Fludd se ocupan ya del microcosmos, tanto de la constitución del hombre (De supernaturali… microcosmi historia, 1619), como de las ciencias «psicológicas» que se emplean en su estudio (De technica microcosmi historia, ¿1620?): la profecía, la memoria, la fisonomía, la quiromancia o la adivinación. Otros cuatro importantes libros de Fludd recogidos por Godwin atienden a la cábala (De praeternaturali utriusque mundi historia, 1621), la anatomía (Anatomiae amphiteatrum, 1623), la meteorología cósmica (Philosophia sacra… seu Meteorologia cosmica, 1626) y la medicina (Medicina catholica, 1629, 1631). Además de la exposicion ordenada —profusamente ilustrada— de los tratados citados, el libro de Godwin se abre con un estudio muy documentado de la biografía del médico inglés: sus viajes por Europa, sus polémicas con figuras de la época como Kepler o Mersenne, o sus contactos con la hermandad de los rosacruces. El análisis de su obra, así como el relato de las peripecias editoriales de sus libros, se completan con los pertinentes apéndices, índices y bibliografías.

En un libro como el que comentamos, resulta ineludible hablar de sus ilustraciones. Basta con abrirlo por cualquier página para percibir la importancia capital que tiene la imagen en la obra de Fludd, donde abundan los grabados de admirable calidad, en ocasiones muy complejos y detallados, entre los que destacan, por su belleza estética, las acabadas composiciones pictóricas del grabador suizo Matthaeus Merian (1593-1650). Las cuidadas ediciones alemanas de Fludd, publicadas en su mayoría por Theodor de Bry, se integraban así en la tradición de los libros de emblemática y alquimia, donde las imágenes tenían tanto o más que decir que los propios textos. A este respecto, resulta llamativo el contraste entre ilustraciones muy especulativas, esotéricas en ocasiones (como las referidas a la creación del cosmos, la «ciencia de las pirámides», la «dualidad primordial» o la cábala), y otras que reproducen con gran detalle máquinas, experimentos científicos o instrumentos musicales (algunos muy poco prácticos, como los mećanicos que el mismo Fludd ideó). Otro tipo de ilustraciones resumen en un único cuadro —a veces de gran elegancia— un apretado conjunto de ideas o conocimientos relacionados, como la famosa ilustración del «Templo de la música» (con su representación integrada de figuraciones, intervalos, hexacordos, consonancias y disonancias), la no menos reproducida figura de «Las tres visiones del alma», o los complejos espéculos —cartas circulares— que aparecen en todos los tratados y portadas. Tanta abundancia de imágenes singulares convierten a este libro de libros —incluso en su nivel más básico de recepción— en un valioso gabinete de curiosidades, en un museo de maravillas que nuestros ojos devoran con ese genuino placer que solo concede el descubrimiento. En un mundo como el actual, repleto de imágenes triviales y perecederas que apenas retenemos un instante en la retina, no está nada mal que un libro como este nos enseñe el valor de la observación atenta y demorada, y descubramos que es posible condensar el conocimiento en imágenes significativas que la mente descifra con un ritmo y calado propios, complementario del que nos impone la palabra.

Joscelyn Godwin, que ha publicado en Atalanta títulos tan sugestivos como Armonía de las esferas o El mito polar (ambas de 2009), es un reputado musicólogo, autor de otros importantes ensayos, como Armonías del Cielo y de la Tierra: la dimensión espiritual de la música desde la antigüedad hasta la vanguardia (2000) o La cadena áurea de Orfeo (2009). Profesor de música durante muchos años en la universidad neoyorquina de Colgate, Godwin se desenvuelve en el complejo terreno de la teoría musical, antigua y renacentista, con la solvencia que cabe esperar. Al menos desde Pitágoras, la música, cuyas proporciones reflejan el esquema del universo, tiene mucho que decir en las relaciones del hombre con el macrocosmos, y goza por ello de una notable presencia en la obra de Fludd, que en su condición de médico debió mostrarse además muy receptivo a las teorías que relacionaban el arte musical con la medicina. Por desgracia, Fludd no llegó a publicar el capítulo de su Medicina católica correspondiente a las «Curas», por lo que ignoramos hasta dónde hubiera podido llegar su «musicoterapia». Nos queda, al menos, esa curiosa representación del pulso humano traducido a las figuras de la notación cuadrada renacentista (9.23).

Reseña de Manuel Fernández Labrada

«¡Contempla una extraordinaria demostración de cómo secretos inmensos se hallan con frecuencia escondidos en objetos comunes! Este instrumento musical, llamado flauta, contiene verdaderamente las proporciones del mundo entero. Está dividida en tres regiones: dos inferiores con tres agujeros cada una denotando sus respectivos principios, mitades y finales, y otra superior con un único agujero grande, que muestra la naturaleza del cielo supraceleste, cada una de cuyas partes está impregnada de la unidad divina […]. Dios, la mente superior, en el ápice del instrumento, hace que las costuras del mundo emitan música, produciendo tonos profundos desde las partes inferiores, y más altos y brillantes cuanto más se acercan a la cima.» (traducción de María Tabuyo y Agustín López)

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Acerca de Manuel Fernández Labrada

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2 respuestas a Macrocosmos, microcosmos y medicina: los mundos de Robert Fludd, de Joscelyn Godwin

  1. Libros de Cíbola dijo:

    Esperemos que Atalanta siga rescatando más títulos como éste.

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