De camino a Oku y otros diarios de viaje, de Matsuo Bashō

Los seguidores de este poeta andariego y filósofo, Matsuo Bashō (1644-1694), están de enhorabuena. En los últimos meses se han reeditado en nuestro país dos excepcionales traducciones del más famoso de sus libros de viaje, Oku-no-Hosomichi. Atalanta rescató el año pasado la exquisita -y bastante libre- versión de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya (Sendas de Oku), y la editorial Hiperión ha reeditado la no menos apreciable -y más ajustada al original- de Antonio Cabezas (Senda hacia tierras hondas). Ahora Olañeta, con el libro que tenemos entre manos, nos presenta una nueva versión de Jesús Aguado, De camino a Oku y otros diarios de viaje, que completa tan halagüeño panorama ofreciéndonos los restantes diarios del japonés, inéditos hasta la fecha en nuestra lengua. Son textos de menor extensión y calado que Oku-no-Hosomichi, pero de similar significado y configuración: esa estimulante mezcla de prosa y haikus que constituye el género denominado haibun, y en el que alcanzó tan elevada maestría el pincel de Bashō. Aunque no han sido traducidos directamente del japonés, Jesús Aguado ha realizado una amplia colecta de traducciones a otras lenguas europeas y destilado unas versiones en castellano convincentes y de notable belleza, que se leen con deleite. Los textos, anotados con eficacia y parquedad, vienen precedidos de una breve introducción, una detallada cronología y un repertorio bibliográfico.

Nada diré del diario más famoso de Bashō, De camino a Oku, texto del que ya me ocupé en este mismo blog cuando reseñé la versión de Octavio Paz, Sendas de Oku. De los restantes, el más antiguo es Recuerdos de viaje de un demacrado saco de huesos (1684), crónica de un periplo que le llevó a visitar -entre otros muchos lugares- su aldea natal. El título alude con humor a la dureza de unos viajes, a pie y con la impedimenta justa, abordados por un poeta que tiene ya cumplidos los cuarenta. Una circunstancia sobre la que el poeta medita con frecuencia (en este y en otros viajes), y en la que, no obstante su temor expreso a perecer en ruta, parece regodearse «estoicamente». A este respecto no está de más recordar que los grandes poetas que podían servirle de modelo, como Saigyō, Li Bai o Tu Fu murieron «con las botas puestas» (como a la postre le ocurriría al mismo Bashō, en Osaka, en el transcurso de su postrera peregrinación). En este primer diario los haikus no están aún plenamente integrados en el texto, y tienden a acumularse al final del libro. De los restantes diarios, el más extenso es Diario de mi mochila (1687), testimonio de un largo viaje por tierras de Nagoya, Yoshino y Nara. Un texto que se inicia con las fiestas de despedida brindadas por sus discípulos y amigos, y finaliza con la visita al dramático escenario de la famosa batalla en que fue exterminado el clan Heike (protagonista del monumental Heike Monogatari). Entre medias, meditaciones inducidas por la contemplación de un templo budista en ruinas, visitas a fuentes y montañas, rústicos albergues, encuentros inesperados, los cerezos en flor a la luz de la luna… y muchos haikusDiario de Saga, de 1691, da testimonio de la estancia del poeta en la Casa de los Caquis Caídos, en Saga, un bucólico albergue cedido por su discípulo Kyorai. Es la única bitácora ordenada por fechas (de mediados de mayo a principios de junio), y constituye ante todo un canto a la bendita soledad del poeta y del sabio. Las caminatas, fatigas, visitas y encuentros casuales que jalonan los otros diarios dejan paso aquí a las lecturas, la meditacion (sobre el sueño y sobre la soledad), la escritura, la observación de los fenómenos naturales (como la lluvia y el granizo), así como a las cartas y visitas de amigos -no siempre oportunas- a las que es preciso atender. Diario de gran belleza y profundidad, que se cierra con el sentimiento nostálgico que induce en el poeta la partida, la pérdida del refugio. Los dos restantes diarios, compuestos en 1687, son muy breves y disponen todos los haikus al final. En el Diario de Kashima veremos a Bashō ponerse en camino, acompañado de un samurai y un monje peregrino, con el propósito de contemplar la salida de la luna sobre el famoso santuario. Una noche lluviosa no impedirá la habitual cosecha de haikus. Una visita a la aldea de Sarashina, no obstante su brevedad, es uno de los textos más atractivos. El objetivo del viaje es también contemplar la salida de la luna, pero ahora sobre el monte Obabute, donde antaño -según la leyenda- se abandonaba a los ancianos de las aldeas circundantes para que murieran. Una vertiginosa travesía de montaña a lomos de una cabalgadura insegura y unas copas modestas, con la que se brinda a la belleza de la luna, darán ocasión para sendas lecciones de filosofía.

Se cierra el volumen con una interesante colección de textos breves, compuestos entre 1681-1693,  que en su mayoría parecen hojas arrancadas de un diario de viaje. Inferiores a una página en extensión, mezclan casi todos la prosa con el haiku. Algunas de estas estampas ofrecen simples variantes de los diarios mayores, como «Matsushima» o «Una piedra legendaria», que nos remiten a De camino a Oku. En «Informe acerca de la luna sobre el monte Obabute en Sarashina» se nos amplía la leyenda de los ancianos abandonados, apenas insinuada en el diario correspondiente. En fin, otros textos gozan de mayor autonomía, y no parecen estar directamente relacionados con ningún viaje, como es el caso de los relativos a la vida retirada, o el curioso texto «Hacer un sombrero».

Reseña de Manuel Fernández Labrada

«Cuando llegó la noche encontramos albergue en una humilde cabaña. Mi cabeza rebosaba de impresiones y de poemas a medio componer. Encendí una lámpara, me tumbé en el suelo y saqué el pincel, la tinta y un pedazo de papel. En mi esfuerzo por fijar las experiencias del día, gemía y me golpeaba la cabeza con las manos. Un sacerdote, al verme así, pensó que me estaba quejando por la dureza del viaje y se acercó para confortarme. Entonces comenzó a hablar sin parar contándome las innumerables peregrinaciones emprendidas durante su juventud, y relatándome parábolas extraídas de los libros sagrados e historias de milagros de los que él había sido testigo. No hubo manera, por tanto, de que pudiera escribir un solo verso.» (Una visita a la aldea de Sarashina, 1687, en la version de Jesús Aguado)

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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2 respuestas a De camino a Oku y otros diarios de viaje, de Matsuo Bashō

  1. Violeta dijo:

    ¡Hola, Manuel!

    A mí me gusta mucho el haiku y la poesía de Bashou. Hace un par de años tuve la inmensa suerte de asistir a una conferencia del traductor Fernando Rodríguez-Izquierdo, en la que analizaba el significado de los haikus de Sendas de Oku y los comparaba con la traducción de Octavio Paz (más centrado en la forma) y su propia propuesta (más centrada en el contenido). Como aficionada a la cultura japonesa y traductora, quedé verdaderamente encantada. Las traducciones se Fernando se publicaron más tarde bajo el nombre Por sendas de montaña, una edición bilingüe y anotada, que me agencié en cuanto pude, muy recomendable.

    y tras esta «pequeña» anécdota, felicitarte por esta entrada tan estupenda, muy completa y trabajada, estupenda para conocer un poco (más) a este gran escritor 🙂

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    • ¡Qué hay, Violeta!
      Me alegro mucho de verte por aquí… Aunque he leído algunas cosas de Satori, no había reparado en esa traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo (creo entender que traduce solo los haikus). ¡Me apresuro a ponerlo en mi lista de próximas lecturas! Gracias por tu comentario, que completa muy oportunamente mi reseña. Saludos,
      Manuel

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