Alexander Lernet-Holenia (1897-1976) es uno de los escritores austríacos más relevantes del siglo XX, último representante quizás de esa gran escuela de novelistas vieneses entre los que cabe citar a Stefan Zweig o Arthur Schnitzler. Menos conocido que ellos, y con un nivel de excelencia menor y un tanto desigual, ha encontrado su hueco en la colección Alexanderplatz de Minúscula, que hace unos años nos ofreció El joven Moncada (1954), traducido también por Adan Kovacsis. Marte en Aries (1941) es una de sus novelas mejor consideradas: un relato que comienza con un cuento de aparecidos, narrado en una tertulia de oficiales, y finaliza unos días después con la invasión de Polonia de 1939 (el libro fue escrito en 1941; pero, prohibida su publicación, no apareció hasta 1947). El 15 de agosto de 1939, el conde Wallmoden se presenta en su regimiento para participar en unos ejercicios militares obligatorios de tan solo unas semanas de duración. Durante los primeros días de su vida castrense tiene ocasión de conocer en Viena a una misteriosa mujer, la baronesa Pistohlkors, y a otros extraños y dudosos personajes que parecen guardar alguna ominosa relación con los sucesos que se avecinan. Toda esta primera parte de la novela, a medio camino entre la realidad y la fantasía, viene marcada por los caprichos del destino, las situaciones confusas, y el relato de sucesos y vivencias inexplicables. La creciente pasión del protagonista por la aventurera se ve interrumpido por la inesperada orden de avanzar hacia la frontera polaca… A partir de ese momento se incrementa, aún más si cabe, el velo de extrañeza que cubre toda la narración. Quizás porque el protagonista apenas habla de sus hombres, o bien porque no adivina cuál es el propósito del avance, el relato adquiere la consistencia y carácter de una pesadilla. Es como si la enormidad de los acontecimientos bélicos que se avecinan proyectara una sombra anticipada sobre la realidad y la distorsionara: el tren que Wallmoden ve dirigirse a Varsovia parece poblado de rostros fantasmales que viajan en una dimensión diferente a la suya. Ni siquiera los paisajes de la juventud son ahora reconocibles para el protagonista, y la naturaleza se comporta de manera extraña (como esa curiosa y un tanto grotesca emigración de los cangrejos). Una vez iniciados los combates, la novela adquiere un tono más realista, pero sin marginar por entero los componentes fantásticos, como la aparición del capitán von Sodoma o la sorprendente resolución final, que completan brillantemente el círculo de la historia.
No se puede decir que Alexander Lernet-Holenia sea un escritor desconocido en España. Aparte de El conde Luna (1955), Siruela mantiene en su catálogo El barón Bagge (1936), una exquisita joya del género fantástico, de lectura obligatoria. Espasa Calpe, por su parte, publicó hace unos años Las dos Sicilias (1942). Entre los títulos descatalogados en castellano que conozco, merece la pena recordar El hombre del sombrero (1937), en Plaza & Janés, y La cita, una interesante selección de relatos breves publicada por Caralt.
Reseña de Manuel Fernández Labrada
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