Elogio del caminar (Éloge de la marche, París, 2000), del antropólogo y profesor de la universidad de Estrasburgo David Le Breton, es un libro lleno de observaciones felices sobre el placer de caminar y su significado en el hipertecnológico y virtual mundo que nos rodea. Para ilustrar sus tesis, el autor se apoya en los textos de una amplia nómina de literatos caminantes (Thoreau, Stevenson, Rousseau, Bashō, Matthiessen…), aventureros de la marcha (Leigh Fermor, Laurie Lee…), y pensadores modernos (Barthes, Bachelard, Sansot…). La indudable riqueza informativa del texto no lastra, en cualquier caso, su lectura. Un libro que llenará de gozo al más sencillo amante del sendero, que verá concretadas en sus páginas -y expresadas con lucidez- muchas de sus intuiciones de caminante.
De los cuatro grandes apartados en que Le Breton ha dividido su libro, el primero de ellos, «El gusto de caminar«, es el más extenso y su piedra angular. En él se analizan, con detalle y gran penetración, la infinidad de sabrosos ingredientes que condimentan la caminata. La gozosa experiencia del cuerpo, el especial status temporal del excursionista, la comida (el placer de su obligada frugalidad), la disyuntiva entre caminar solo o acompañado, la inefable experiencia del silencio (que se disfruta, y a la vez se respeta como herramienta de conocimiento superior) o el encuentro con animales (salvajes o «civilizados»), son solo algunos de los muchos temas abordados en este estimulante capítulo. Los tres últimos apartados del libro tienen un carácter más complementario. En «Caminantes de horizontes» se repasan las gestas de algunos famosos viajeros y descubridores, como Cabeza de Vaca, Richard F. Burton o René Caillié. En el siguiente capítulo, «Caminar urbano«, se estudian los principales componentes del paseo ciudadano, una realidad posible en las grandes urbes (pero, ¿no es una contradición «in terminis»?). Finalmente, en «Espiritualidades del caminar» se reflexiona sobre el fenómeno de las peregrinaciones religiosas en la cultura europea, sin olvidar su significado trascendente en las filosofías orientales.
Se cierra este atractivo libro, publicado por Siruela (en su colección «La Biblioteca Azul») y traducido por Hugo Castignani, con una amplia bibliografía (actualizada en cuanto a traducciones y ediciones en castellano), que recoge incluso algunos autores españoles -también glosados en el texto- como Cela o Julio Llamazares. Pocos elogios y justificaciones necesita hoy en día el caminante para practicar su afición, pero la lectura de este libro (y los que se proponen a lo largo de sus páginas) le ayudará seguramente a amplificar su placer, a ratificarse como vagabundo comprometido, o como mínimo, a seguir «caminando» con la imaginación.
Reseña de Manuel Fernández Labrada
«Recurrir al bosque, a las rutas o a los senderos, no nos exime de nuestra responsabilidad, cada vez mayor, con los desórdenes del mundo, pero nos permite recobrar el aliento, aguzar los sentidos, renovar la curiosidad. El caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse con uno mismo.» (David Le Breton)
Gracias por tu reseña. Entonces, ¿recomiendas el libro de Le Breton?
Por supuesto. Creo que es una aproximación al tema seria y de gran interés.
¡Mil gracias! De hecho, ya lo pedí y estoy ansioso por leerlo. Habrá que seguir paseando con Proust, entonces, hasta que llegue el de Breton. Un gran abrazo.
Gracias por la reseña. Muy interesante David Le Breton.
Y buena época del año para ponerlo en práctica… Saludos.