Presto delirando

Presto delirando es una divertida novela, de corte experimental, que combina la sátira y la parodia con la fantasía y una pizca de locura. Formada por textos de muy diversa naturaleza (relatos en primera persona, cartas, artículos de investigación, noticias, escenas representables, diarios…), la obra desarrolla dos hilos argumentales muy distanciados en el tiempo, aunque relacionados entre sí. De un lado, las aventuras de un becario español residente en Viena que pretende conquistar a una inalcanzable pianista austríaca obsequiándola con la posesión ―gracias a sus disparatadas investigaciones musicológicas― de una impagable tradición interpretativa beethoveniana. De otro, las complicadas relaciones de Beethoven con una enigmática y nada convencional alumna de piano que despierta la curiosidad de los vieneses y tiene aterrorizado a su secretario Schindler. Esta segunda secuencia temporal se ha compuesto haciendo un amplio uso de la parodia literaria, y tiene su principal fuente de inspiración en el Fausto de Goethe. La novela, que toma su título del quinto movimiento de la Suite lírica de Alban Berg, constituye, en suma, un imaginativo mosaico de personajes, situaciones y lances imprevisibles en el que solo la mirada atenta del lector sabrá descubrir su hilo conductor.

Presto delirando, Madrid, ⇒ Ápeiron Ediciones, 2024, 134 pp.

 Reseña de Francisco HERMOSO de MENDOZA, en ⇒ Devaneos:

«… la narración ofrece un sinfín de ecos y resonancias no solo literarias, musicales, o mitológicas, con un lenguaje subyugante en donde el pasado y el presente, lo culto y lo vulgar, lo sesudo y lo inopinado maridan a la perfección, en el terreno fértil que es el humor y la parodia…».

 Reseña de Juan Pablo FUENTES, en Cuchitril Literario

«Escrito con un admirable espíritu lúdico que te arranca más de una sonrisa […] El tono paródico del lenguaje y la construcción fragmentaria encajan a la perfección con un divertimento alocado –presto delirando– que nos arrastra desde la primera página y su pastoril comienzo hasta el burocrático y triste final».

           Reseña de Enrique GALLUD JARDIEL, en Humoradas

«Así es que solo me resta insistir en el alto nivel de esta obra. Una lengua impecable, un estilo elegante, un control total sobre el ritmo narrativo, imaginación, economía de medios, la variedad antes mencionada, culturalismos, intertextualidad (esto no es nuevo: ya un libro anterior del autor se titulaba Al brillar de un relámpago escribimos, remedando a Bécquer), sana parodia, empleo de una amplia gama de recursos (como los corchetes para insertar comentarios, reflexiones y crítica) y muchas virtudes más. El libro me parece excelente y, por tanto, todos los elogios posibles denlos por dichos».

 Reseña de Lorenzo LUENGO, en LOmagazine (n.º 1, pp. 14-16)

«Con Presto delirando, Labrada es evidente que quiso disfrutar y se decidió a reunir un ramillete de encantos, sirviéndose para ello de un buen gusto que suma al placer por la música el placer por el estilo, a los que extiende una alfombra para que retocen sin preocupaciones en el cuarto de los juegos».

Reseña, «Una sinfonía de locura literaria», en Saboreando el mundo

«… esta novela es mucho más que una historia: es un juego literario, una pieza de arte que desafía las normas y te invita a perderte en un caos orquestado con precisión […] no teme jugar con la realidad histórica ni con los mitos que rodean a Beethoven, algo que resulta tan refrescante como fascinante. Los amantes de la música clásica encontrarán aquí un festín, mientras que quienes busquen una buena historia quedarán atrapados por su irreverente sentido del humor y su profundidad emocional».

nuevo  Comentario de Ado ROSA, en X

«Deliciosa novela miscelánea que transcurre en tiempos cruzados (el siglo de Beethoven y este nuestro) de melodía narrativa «in crescendo». Un divertimento literario. Un delirio creativo. Un pentagrama novelado».
EXTRACTOS:
«Perteneciente a una encopetada familia de músicos vieneses, Elise destacó como niña prodigio desde su más tierna infancia. Cumplidos los tres años de edad, cuando muchos mocosos apenas han roto algún vaso, Elise arrojaba por la ventana su primer Stradivarius. Mientras otros niños y niñas jugaban con muñecas, mecanos y soldaditos de plomo, ella se entretenía desarmando las teclas del piano, desmontando los puentes de los violines, rajando las cañas de los oboes, arrancando las llaves de los clarinetes, mellando los biseles de las flautas, abollando los pabellones de las trompas, destrenzando las cerdas de los arcos, reventando los resortes de los metrónomos, pintarrajeando las ediciones de Mozart y Beethoven… Inocentes travesuras, en suma, que preludiaban su acentuado interés por la música culta, así como una irrenunciable vocación de artista performática, vanguardista y rompedora».

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Como consecuencia probable de haber consultado un valioso catálogo manuscrito que no tuve la precaución de ocultar a sus rapaces miradas de lince, en la tarde de ayer lunes sorprendimos al citado joven empalmando dos grandísimas escaleras de mano, las que aquí denominamos familiarmente Osa y Pelión. Según propia y libre confesión, su propósito no era otro que el de escalar el estante K-2, el más elevado de todo el archivo: locus sacratísimo donde se custodian los papeles reservados del profesor Testudinem, concernientes en su mayoría a la música religiosa de Beethoven, así como a diversas peripecias de su vida privada relacionadas con la Iglesia. Ignorando groseramente los achaques y avanzada edad de este venerable erudito, que tanto le dificultan estudiar los citados documentos ―lastrado además, como usted ya sabe, por las infinitas obligaciones sociales inherentes al desempeño de sus numerosos cargos―, el trepador joven pretendía arrebatárselos para su propio beneficio y medro curricular.

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«Todas estas inquietantes preguntas habrían quedado seguramente sin respuesta de no haber reparado yo en dos pequeños indicios presentes en el legajo. Por un lado, que el preciado manuscrito apareciera parcialmente mordisqueado en una de sus esquinas; por otro, que en el interior del cartapacio se descubriera el cuerpo sin vida y momificado de un auténtico ratón de biblioteca (Mus musculus bibliophagus): indubitable actor de la precitada roedura. La averiguación de la fecha exacta del óbito de este providencial testigo (verdadero Tutankamón de los tesoros musicológicos) nos permitirá atribuir con total certeza una fecha ante quem a la ocultación del referido documento, defendiendo así la honorabilidad de nuestros archiveros e investigadores locales».

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Era el dicho doctor un viejo todavía de buen ver, muy leído y bastante inteligente, gran conocedor de la Cábala y las artes mágicas, aunque también algo pedante y engreído. Provisto de unas grotescas antiparras, se pasaba días enteros enfrascado en el estudio de los numerosos grimorios que componían su abultada biblioteca; o bien, entretenido en la elaboración de apestosos mejunjes de hierbas, que cocinaba con gran aplicación en el variopinto menaje de retortas, hornos y alambiques que colmaban su laboratorio de alquimista. En las noches templadas, si el cielo se presentaba sereno y despejado de nubes, no desdeñaba tampoco practicar la astrología, sirviéndose de un antiguo catalejo de latón con el que escrutaba estrellas y planetas.

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