La muñeca de nieve y otros cuentos, de Nathaniel Hawthorne

la-muneca-de-nieveLa aparición de este libro de relatos de Nathaniel Hawthorne (1804-1864), nunca traducido íntegramente al castellano, es un acontecimiento de gran interés para los lectores y entusiastas del gran escritor americano. De los quince cuentos que recoge La muñeca de nieve y otros cuentos (The Snow-Image, and Other Twice-Told Tales, 1851) no creo que sean más de cinco los que podíamos leer traducidos a nuestra lengua: «La muñeca de nieve», «El gran rostro de piedra», «Ethan Brand», «John Inglefield y el Día de Acción de Gracias» y «Mi pariente, el mayor Molineux». Los restantes creo que estaban inéditos en castellano; al menos yo no he sido capaz de localizarlos, ni los había leído nunca. Es pues una excelente noticia la aparición de este libro de relatos (traducidos por Marcelo Cohen), con el que Acantilado completa la serie de volúmenes en que Hawthorne recogió la mayor parte de su prosa breve: Twice Told Tales (1837), Mosses from an Old Manse (1846) y The Snow-Image, and Other Twice-Told Tales (1851).

La muñeca de nieve y otros cuentos es una recopilacion de cuentos de muy diversa data, según nos informa Hawthorne en el interesantísimo Prefacio que encabeza la edición:

«Algunos de estos bocetos fueron de los primeros que escribí y, después de haber permanecido años inéditos, acabaron escondiéndose en anuarios o revistas y allí han permanecido ocultos desde entonces. Otros son de un periodo posterior; algunos más fueron escritos recientemente.»

Pero este Prefacio es sobre todo una emocionada carta de agradecimiento a su amigo Horatio Bridge (al que también dedica el volumen), la única persona que creyó en su talento literario y contribuyó a su descubrimiento sufragando la publicación de sus Twice Told Tales de 1837.

«La muñeca de nieve» es una poética fantasía que tiene como protagonista a un muñeco de nieve que cobra vida. Los hijos de una madre sensitiva, que ha sabido conservar, a pesar de los años y los sufrimientos de la vida, algo de su imaginación y candor infantiles, son los artífices del prodigio. Ante el milagro, el padre de los niños, un bienintencionado materialista, se obstinará en obrar según sus propios y estrechos criterios, con el resultado que cabe esperar. Una fábula sobre el poder de la imaginación y el necesario respeto a la diferencia. Al igual que en «Feathertop», el simulacro ha puesto eel-gran-rostro-de-piedran evidencia al hombre. «El gran rostro de piedra» es una parábola moral sobre el Ideal, y de cómo es percibido por los hombres de distinta manera. Así, todos los habitantes del valle donde se desarrolla la historia piensan que el noble rostro figurado en la montaña anuncia la llegada de un personaje que será el orgullo de la comunidad. Pero, ¿quién será? Las figuras del millonario, el guerrero, el estadista, incluso el poeta famoso, dejan tras de sí una estela de decepción. Al final, descubriremos que la verdadera grandeza es la que pasa siempre desapercibida. Este imaginativo relato fue recogido (y dio título al volumen) en la mítica colección «La Biblioteca de Babel» de Ediciones Siruela. «La calle mayor» es la historia de una calle de la ciudad natal de Hawthorne, presentada como el espectáculo de una barraca de feria, con sus maniquíes y escenarios de cartón. Es una crónica abreviada de la comunidad puritana, con sus secuelas de intransigencia y los procesos de brujería (en los que se vería implicado un antepasado del autor, el juez Hathorne [sic]). La narración se ve periódicamente interrumpida por la intervención de algunos espectadores, como es el caso del «crítico intransigente» o el «hombre de las gafas azules», figuras habituales en la narrativa de Hawthorne que representan al hombre puramente materialista, falto de imaginación y aquejado de un realismo empobrecedor. «Ethan Brand. Un capítulo de una novela frustrada» es uno de los relatos mejores y más conocidos del libro (recogido en su día en la antología de Alianza Editorial, Wakefield y otros cuentos). Se trata de una bella y sobrecogedora fábula sobre la desesperación y el vacío que produce el pecado (el «Pecado Imperdonable»). Ethan Brand ―según nos informa el narrador― era un «desalmado» en el que «su naturaleza moral había cedido su terreno al intelecto». Pero el relato es también una lección de estoicismo: a la mañana siguiente, la naturaleza toda y el curso de la vida de los hombres siguen su marcha habitual, mostrando una indiferencia suprema al sino fatal del pecador. «Biografía de una campana» es poco más de lo que anuncia el título: las movidas peripecias de una campana francesa y católica que termina en lo alto de un campanario protestante de la ciudad donde reside el autor. Con «Sílfide Etherege» estamos ante uno de esos «experimentos» ―de índole moral, por supuesto― que aparecen de cuando en cuando en la narrativa de Hawthorne. Una lección de realismo impartida de manera harto cruel a una joven idealista y romántica, y cuyo desenlace, aunque abierto, parece bastante trágico y desolador. Quizás el destino de todos nuestros sueños. «Los peregrinos de Canterbury» es otra fábula moral que podría leerse como una imaginativa recreación del viejo proverbio: nadie escarmienta en cabeza ajena. Una joven pareja de enamorados, al abrigo de una deliciosa noche de verano, huye de la comunidad Shakers donde han nacido para protagonizar una vida más libre que les permita unirse en matrimonio. Pero antes de dar el último paso que los aleje definitivamente de su viejo mundo, deberán escuchar las lecciones de realismo que les imparte una cuadrilla de experimentados peregrinos que, al contrario que ellos, pretenden buscar su refugio en la aldea cuáquera. ¿Desearán los jóvenes ser los protagonistas de sus propios errores? En «Noticias de ayer» el autor toma como excusa la revisión de unos viejos periódicos para trazar un colorido panorama de la vida y costumbres de Nueva Inglaterra, tanto en su etapa colonial como en la revolucionaria, esta última vista desde la perspectiva de un viejo realista que ha permanecido en el país tras la retirada inglesa. En la misma línea podemos situar «La antigua Ticonderoga, un relato del pasado», una ensoñación inspirada en las ruinas del famoso fuerte inglés, protagonista de un célebre episodio de la Guerra de Independencia americana. En el siguiente cuento, «El hombre de piedra», asistiremos al nacimiento de una leyenda: una seria advertencia de hasta dónde puede conducirnos la intolerancia religiosa y el desprecio a nuestros semejantes. Uno de los relatos más curiosos del libro es el titulado «El demonio en el manuscrito», protagonizado por un joven escritor de cuentos que, tras recibir el rechazo de numerosos editores, arroja sus manuscritos al fuego. El imprevisible resultado de su gesto de desesperación le colmará de un gozo bastante reprensible. Un autorretrato, quizás, del joven Hawthorne en sus inicios como escritor. El siguiente relato, «John Inglefield y el día de Acción de Gracias», es un texto breve pero de gran intensidad, inspirado en la parábola del hijo pródigo; en este caso, una joven descarriada. Los que hemos leído a Hawthorne sabemos que las notas tétricas, o incluso macabras, no son raras en su narrativa. «Las esposas de los muertos», sin embargo, pese a su siniestro título, llama la atención precisamente por su final feliz, aunque un tanto forzado. ¿Y si la ventura de las dos cuñadas solo fuera un sueño? «El gamoncillo» es una simpática fábula, de hechura casi folclórica, sobre el valor del trabajo. Un escolar fugado verá reproducida en todas partes la temible faz de su maestro «Brega». En «Mi pariente, el mayor Molineux», último cuento del libro, Hawthorne vuelve su mirada una vez más a la Nueva Inglaterra colonial, al agitado periodo en que los gobernadores eran nombrados directamente por la Corona. En este caso, sin embargo, se trata de un relato de ficción: una intrigante búsqueda nocturna −la del mayor Molineux− que tiene todas las trazas de una pesadilla.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

«Allí estuve sentado, rodeado de muros desamparados, mientras el sol de la tarde brillaba suavemente en un cielo despejado y se deslizaba a través de las ventanas y el umbral. Oía el tintineo de un cencerro, el gorjeo de los pájaros y un placentero zumbido de insectos. Una mariposa vino a aletear a mi alrededor, remontó el vuelo, se posó en el penacho de flores amarillas y se alejó por encima del lago. Luego una abeja se paseó por los rayos de sol y encontró mucha dulzura entre las hierbas. Después de contemplarla alejándose hacia su apartada colmena, cerré los ojos en medio de las ruinas de Ticonderoga y dejé que mis ensoñaciones me mostraran imágenes del pasado y escenas que se habían representado en aquel teatro». (traducción de Marcelo Cohen)

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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3 respuestas a La muñeca de nieve y otros cuentos, de Nathaniel Hawthorne

  1. Libros de Cíbola dijo:

    Magníficas las ediciones de relatos de Hawthorne en Acantilado. No las tengo, pero me entran ganas de ir comprándolas. Saludos

  2. Pingback: Hawthorne, de Henry James | Saltus Altus

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