Aroma de alcanfor, de Naiyer Masud

Aroma de alcanfor fue publicado por Atalanta a principios del año pasado, pero hasta ahora no había tenido ocasión de leerlo. Poca importancia ha de tener este retraso, sin embargo, en un libro de tanto interés y atractivo, llamado seguramente a gozar del prolongado favor de sus lectores. Una colección de relatos (publicados originariamente entre 1987 y 1999) que dejarán una profunda y agradecida huella en el lector, traducidos del urdu y anotados por Rocío Moriones Alonso, que añade además una entrevista al autor, Naiyer Masud (nacido en 1936 en Lucknow, India), donde se desvelan interesantísimas claves de su narrativa.

Aroma de alcanfor lo integran una serie de relatos que, en su mayor parte, me atreveré a denominar (simplificando mucho y salvando las distancias culturales) «de formación», narrados en primera persona por un protagonista que intuimos adolescente (el autor nunca nos informa sobre la edad de sus personajes), y que se articulan en torno al desciframiento progresivo del complejo mundo de los adultos: del amor, la muerte, el sufrimiento… En todos ellos brilla la maestría de Masud para desplegar su gran poder de sugestión y despertar, con los medios más sencillos, la imaginación del lector, que le seguirá embelesado hasta la última línea.

«Aroma de alcanfor» (relato que abre y da título a la colección) evoca recuerdos sutiles de la infancia, hilvanados en torno a un aroma, a un gorrión de algodón y, sobre todo, a una misteriosa niña enferma a la que todos adoran y que dejará una huella indeleble en el narrador. Al igual que en los demás cuentos, nos introducimos en la sencilla cotidianidad de una cultura muy alejada de la nuestra, plena de sorpresas y detalles encantadores, que no excluyen lo más inquietante y terrible de la existencia, pero siempre asumido serenamente. En «Interregno» asistimos al descubrimiento paulatino de la figura paterna, a las complejas relaciones paternofiliales, y al paso de la infancia a la madurez a través de la asunción de una tradición o destino familiar. La presencia de aromas y símbolos (el arco y el pez) articula también aquí la poesía del discurso narrativo. «Lo oculto» es uno de los relatos más enigmáticos de la colección. El despertar a la sexualidad de un adolescente y las continuas frustraciones a su consumación en el estrecho marco familiar (desarrolladas con una fina comicidad) despiertan en él un sexto sentido, que le permitirá posteriormente ahondar en la «personalidad» de las diferentes dependencias de las casas que frecuenta en su trabajo de inspector urbanístico: zonas de temor, de deseo; y sobre todo, zonas «ocultas» a las miradas (¿para hacer el amor?), por las que siente una verdadera obsesión. Cumplido finalmente su deseo más oculto con la amante desconocida, le sobreviene la locura. La «cuidadora» que lo atiende cierra el círculo de una historia solo en apariencia incongruente. «Shisha Ghat» parece un cuento de hadas con final trágico: un adolescente tartamudo deja a su padre adoptivo para vivir junto a un lago en compañía de un enfermo titiritero, la antigua esposa de un bandido y su encantadora hija, una muchacha llamada Paria (hada), que vive desde su nacimiento en el lago, lo recorre incansable en una pequeña barca y nunca ha pisado tierra firme.  «El velatorio de la señora» es una evocación, un tanto macabra, de miedos y fobias infantiles en torno a una novia muerta en el mismo día de su boda, y en la que podemos ver, quizás, un reflejo de la admiración de Masud por Poe. «Los vestigios de la familia Ray» surge a partir del poder que atesoran los viejos e inútiles trastos familiares -que el narrador se confiesa incapaz de tirar- para despertar la memoria, como la foto de una joven angloindia hecha cuarenta años antes: los riesgos emocionales de indagar en el trágico destino de los hombres. «La mina del Jardín de los Pavos Reales» es un relato diferente a los anteriores, ambientado en un Lucknow de mediados del siglo XIX que parece inspirado en Las mil y una noches. Kale Khan arriesga su vida para cumplir en su hija Falak Ara el deseo frustrado de la madre difunta: la posesión de una mina del Himalaya, un extraordinario estornino con la facultad de imitar a la perfección la voz humana. Para ello se atreverá a robar un ejemplar al mismo monarca del que es pajarero, lo que dará lugar a una compleja serie de situaciones, algunas delicadamente cómicas.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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