Miguel Sawa (1866-1910) fue uno de esos hombres de letras en los que la necesidad de dedicarse a un periodismo de subsistencia (y una temprana muerte) frustra una carrera literaria quizás de mayor envergadura. Hermano de Alejandro Sawa, el famoso apóstol de la bohemia madrileña, fue colaborador o director de importantes medios periodísticos, como los diarios El País, La Voz de Galicia, o el semanario republicano Don Quijote. Quizás por ello solo pudo alumbrar un puñado de libros: Amor (1887), y Ave, femina (1904). Historias de locos (1910) es una colección de relatos breves -casi apuntes- de corte fantástico, publicados póstumamente en Barcelona por Domenech (esa colección de libritos encuadernados en tela, llamativamente altos y estrechos, que todavía es posible encontrar en las librerías de antiguo y de ocasión), y ahora recuperados por la editorial Renacimiento, en su Biblioteca de Rescate, editados y prologados, muy documentadamente, por Sergio Constán. Sin alcanzar especiales cotas de originalidad, todos los cuentos están muy bien resueltos, dentro de los límites que les impone su brevedad. Con algunas excepciones, las historias están puestas en boca de un loco que narra en primera persona la historia extravagante, en ocasiones truculenta, que le ha llevado a dar con sus huesos en el manicomio. La mujer o los celos suelen ser el elemento desencadenante. Es posible que el interés de Sawa por la figura de Cervantes -de la que se nos informa en el prólogo- haya tenido algo que ver con la idea de escribir estas Historias de locos, aunque es verdad que en ellas la locura tiene poco de lúcida, quizás porque casi todas culminan en asesinato o suicidio. La huella de importantes escritores foráneos del momento, como Baudelaire, Poe, Maupassant o Flaubert, entre otros posibles, es perceptible (con muy diferente calado) en muchos de estos relatos, donde veremos desfilar un verdadero carnaval de sirenas, mujeres de nieve, falsos «san antonios», judíos errantes, dobles, aparecidos, femmes fatales…
La lectura de este libro me ha recordado a otro gran olvidado (al menos en España) de la literatura suiza en lengua alemana, Oskar Panizza (1853-1921), contemporáneo de Sawa y psiquiatra de profesión, que tras una etapa de exilio en París terminó sus días recluido en diferentes manicomios. En muchas de sus obras dio entrada a la locura, firmando algunos cuentos de locos verdaderamente ejemplares, como Fritz Corsés. En España, que yo sepa, solo tenemos Diario de un perro (en Pepitas de Calabaza) y el agotado volumen de Valdemar Cuentos de un alienista. En francés es posible leer algunos títulos más…
Reseña de Manuel Fernández Labrada