El Vesubio, los fantasmas y otras cartas, de Plinio el Joven

Caius Plinius Caecilius Secundus, más conocido como Plinio el Joven (c. 62-113), fue hijo adoptivo de Plinio el Viejo, el célebre autor de la Historia Natural. Amigo del historiador Tácito y alumno de Quintiliano, Plinio el Joven alcanzó la fama (una de sus grandes aspiraciones) gracias a su epistolario, uno de los más destacados de toda la literatura latina. La editorial Cátedra nos ofrece ahora, en esta admirable edición bilingüe (colección «Clásicos Linceo»), algunas de sus cartas más interesantes y atractivas, anotadas, traducidas y comentadas por Francisco García Jurado. En el extenso epistolario de Plinio destacan, por su valor testimonial, las dos cartas referidas a la erupción del Vesubio (24 de agosto del año 79), de la que Plinio el Viejo, comandante de la flota romana anclada en Miseno (a unos 30 kilómetros del volcán), fue privilegiado y fatal testigo. En la primera de ellas, [Carta sobre la muerte de su tío Plinio el Viejo], se nos narra la temeraria resolución del viejo naturalista, que al punto apareja una nave para cruzar la bahía y no perderse la investigación de un fenómeno tan singular, y de paso ayudar a quien pudiera necesitarlo. El joven Plinio, que acompañaba a su tío en Miseno y tenía entonces diecisiete años, prefiere quedarse atrás, entretenido con sus libros y tareas escolares… El retrato que nos pinta Plinio de su tío parece un compendio de las mejores y más añejas virtudes romanas: curiosidad, valentía, generosidad, estoicismo… En la segunda carta referida al volcán, [Carta sobre la experiencia del propio Plinio el Joven durante la erupción del Vesubio], se nos da noticia de las tribulaciones sufridas por los que se «quedaron atrás», y que no por ello dejaron de correr grandes peligros. Las sorprendentes descripciones de Plinio el Joven acerca del fenómeno volcánico, incomprendidas y poco creídas en su tiempo, encontraron su plena confirmación en la moderna vulcanología, para la que constituyen un precedente escrito de enorme consideración. Otra carta de gran interés incluida en esta selección es la intitulada [Carta sobre los fantasmas], recopilación de tres sucesos de índole paranormal: una aparición profética a Curcio Rufo, que luego se cumple; los espantables sucesos acaecidos en una casa encantada de Atenas; y una extraña aparición, también profética, sucedida en el propio entorno doméstico del autor. Las peripecias del filósofo Atenodoro, que se atreve a pernoctar en la domus «infamis et pestilens», anticipan ya casi todos los elementos que serán luego moneda corriente en este tipo de relatos: el escenario pavoroso, el ruido de las cadenas, la aparición del temible y horrendo «phantasma» (idolon, imago…), el crimen oculto que sale a la luz, la expiación mediante la consumación del rito funerario pendiente… Completan esta edición otras cinco cartas, quizás menos llamativas en razón de su contenido, pero no de menor interés, como las relativas a la educación, a la inmortalidad que confiere la historia, y a la fama. Una última carta dirigida al emperador Trajano, al que Plinio consulta sobre el trato que deben recibir los cristianos en los procesos abiertos en su contra (cumplía entonces Plinio las funciones de legado propretor en Bitinia), nos ofrece un interesantísimo testimonio del estado en que se encontraba el cristianismo en aquellas remotas fechas, cuando ya las autoridades romanas lo diferenciaban netamente del judaísmo, pero aún andaba lejana su incorporación como religión oficial del imperio. Figura a continuación la concisa respuesta del príncipe, plena de equidad y sentido común. Completa el volumen una serie de comentarios del editor, Francisco García Jurado, sobre cada una de las cartas, en los que se recogen además, con gran acierto, textos de otros autores, antiguos y modernos, referidos a las distintas temáticas: Marcial, Quintiliano, Virgilio, Plauto, Tácito, Cicerón, Luciano, Montaigne, Primo Levy, Francisco Ayala… Una lectura provechosa y amena, que amplifica y/o sitúa en su contexto la lectura de las cartas. Por lo demás, el texto latino, profusamente anotado, facilitará, incluso a los no especialistas, paladear directamente la exquisita prosa del autor.

Reseña de Manuel Fernández Labrada

«Nonum Kal. Septembres hora fere septima mater mea indicat ei apparere nubem inusitata et magnitudine et specie.»  (C. Plinius)

Plinio el Joven reprendido por su padre adoptivo, Plinio el Viejo, por Thomas Burke (1749-1815)

Acerca de Manuel Fernández Labrada

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