La editorial Acantilado ha celebrado el pasado mes de noviembre el bicentenario de la muerte de Kleist (1777-1811) con la publicación de este libro, que recoge sus relatos completos, traducidos para la ocasión por Roberto Bravo de la Varga. Todos ellos han aparecido ya con anterioridad en distintas ediciones, pero nunca, hasta la fecha, reunidos en un solo volumen. A pesar de su corta vida y reducida producción literaria (que se extendió preferentemente al teatro), Kleist es una de las grandes figuras de la literatura alemana. Admirado por Kafka (como se podrá entender fácilmente tras la lectura de este libro), dotó a sus relatos, narrados con una densidad y precisión implacables, de un clima de violencia y sentimientos desatados sorprendente para su época.
«Michael Kohlhaas» es el relato más extenso de la colección, una verdadera «novelle». La reparación de una injustia, relativamente menor, origina una creciente espiral de violencia, que alcanzará niveles inauditos de muerte y desorden social. En «La marquesa de O» se analizan los dolorosos apuros de una mujer virtuosa a quien resulta imposible demostrar su inocencia. El relato parte de una situación inverosímil y que podríamos calificar de kafkiana: la protagonista se ha quedado embarazada sin saber cómo. No pudiendo defender su inocencia, ni siquiera ante su propia familia, se ve abocada a tomar la peregrina y escandalosa decisión de anunciarse en los periódicos reclamando la aparición del desconocido padre de su hijo. Sin duda, uno de los mejores relatos de Kleist, que lleva adelante la trama en un crescendo de interés admirable. «El terremoto de Chile» está ambientado en la castástrofe de 1647. Josefa, una joven noble que se ha enamorado de su preceptor Jerónimo, es recluida por su padre en un convento, donde cometerá el sacrilegio de concebir y dar a luz un niño. En el preciso momento en que Jerónimo, encerrado en la cárcel, está a punto de suicidarse, y Josefa es llevada a la hoguera, se produce el terremoto. La destrucción y el caos les permitirá escapar y disfrutar durante algunas horas de una idílica y engañosa sensación de libertad y fraternidad con los supervivientes. Confiados en esta falsa apreciación, acuden a la misa de acción de gracias que se celebra en la catedral, donde el fanatismo religioso y la violencia del populacho provocarán un sangriento desenlace, tan horrible como solo la exaltada imaginación de Kleist puede complacerse en imaginar. En «El hijo adoptivo» subyace una visión profundamente pesimista de la caridad cristiana: la acogida de un huérfano enfermo de peste es recompensada con una larga serie de desgracias, vilezas y traiciones, que solo un acto final de violencia podrá de alguna manera sancionar. En «Los esponsales de Santo Domingo» se recrea el extremado clima de terror que acompañó a la rebelión de la población negra de Haití en 1803, ejemplificada en la siniestra figura del negro Congo Hoango, cabecilla de la rebelión cuya única satisfacción es el asesinato indiscriminado de blancos. Es precisamente en su casa, durante su ausencia, donde busca refugio el protagonista, Gustav, que no sospecha nada y se enamora de la joven y bella mestiza Toni, hasta ese momento un cebo para atraer a las víctimas de Congo. Aunque en un primer momento el amor parece triunfar, la llegada de Congo Hoango y de los familiares de Gustav precipita un desatroso y trágico final. «La mendiga de Locarno» es un breve y magistral cuento de fantasmas (ya alabado por Hoffmann), donde lo más terrorífico no es quizás la aparición, sino el desproporcionado castigo que recibe el irascible barón. Igualmente espeluznante nos parecerá la pena impuesta a los estudiantes iconoclastas en «Santa Cecilia o el poder de la música (una leyenda)«, magnífico relato donde la conversión y castigo de los pecadores se produce en un clima de horror que parece identificar el fervor católico con la locura y el enclaustramiento de por vida. Pero, si en la obra de Kleist los inocentes sufren pruebas tan duras, ¿cómo podremos tildar de desproporcionados los castigos que reciben los culpables? Finalmente, en «El duelo«, encontramos de nuevo a una mujer acusada injustamente, y que solo puede desmostrar su inocencia acudiendo a un juicio de Dios (la acción transcurre a finales del siglo XIV). El incierto resultado del duelo prolongará la agonía de la acusada y de su paladín hasta el final del relato.
La lectura de estos Relatos completos puede tener una óptima continuación en el volumen de Kleist que publicó Atalanta hace algunos años, y donde se recogía el interesantísimo y emocionante texto de Michel Tournier, «Kleist o la muerte de un poeta«, evocación de los últimos días del escritor y su suicidio compartido con Henriette Vogel, su amante. Completan este libro otros textos también relevantes, como «Sobre el teatro de marionetas», y «Anécdotas», una deliciosa colección de prosas breves que nos recordará (con todas las salvedades que cabe aplicar a dos autores tan diferentes ideológicamente) el Cofrecillo de joyas de Johann Peter Hebel.
Reseña de Manuel Fernández Labrada
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