Autor de grandes y reconocidas novelas como El Golem o La noche de Walpurga, Gustav Meyrink (1868-1932) fue también un asiduo cultivador del relato breve, donde —con acierto desigual— dio muestras de una notable originalidad y fuerza expresiva. Son varias las colecciones de relatos de Meyrink con las que contamos en castellano, pero esta que acaba de publicar Eneida, en su colección «Confabulaciones», tiene el interés particular de recuperar una antigua y valiosa traducción, la de Mauricio Amster (1907-1980). Nacido en la actual Ucrania (entonces perteneciente al Imperio austrohúngaro), en el seno de una familia de judíos sefarditas, Amster fue una figura intelectualmente inquieta y muy comprometida en lo político. En 1930 abandonó Alemania para instalarse en España, donde colaboraría con el bando republicano durante la Guerra civil. Terminada la contienda, Amster permaneció durante unos meses en Francia, radicándose finalmente en Santiago de Chile, ciudad donde desarrolló una importante labor cultural en revistas y editoriales. En 1947 Amster recopiló y tradujo para la editorial chilena Zig-Zag un interesante conjunto de relatos de Meyrink, extraídos de libros como El soldado ardiente (1903), Orquideas (1904) o El cuerno maravilloso del burgués alemán (1913). Una buena parte de los relatos seleccionados por Amster contenían una aguda burla del militarismo prusiano, asunto que había guiado la pluma de Meyrink en aquellos convulsos años anteriores al estallido de la Gran Guerra, y que en 1947 —según resalta el propio Amster en su prólogo a la edición— adquirían una especial actualidad tras el fracaso de los totalitarismos que habían destrozado Europa.
«La esfera negra», relato que da título al libro, es uno de los textos más imaginativos y satíricos de la recopilación. Dos hindúes, que recorren Europa exhibiendo una máquina capaz de representar el pensamiento, descubren una siniestra esfera negra en la mente de un militar: un verdadero agujero negro que devora la materia circundante y amenaza con destruir «todo el universo que Brahma creara». Similar falta de materia gris se manifiesta en «El seso esfumado» o «Ciertamente, sin duda», relatos que tienen también a la clase militar como protagonista. En el segundo de ellos, «Ciertamente, sin duda», la carencia es puesta en evidencia gracias a una placa fotográfica especialmente sensible. Al igual que en los relatos anteriores, en «Petróleo — Petróleo» tampoco descubriremos la intención satírica de Meyrink hasta las últimas páginas. La venganza de un científico resentido con la Humanidad desencadena una catástrofe ecológica de dimensiones mundiales, solo parangonable a la desproporcionada proliferación de oficiales europeos que serán movilizados para atajarla. Parecida burla de los valores militares hallamos en «El soldado tórrido» y en «Asnoglobina», donde unas delirantes investigaciones con asnos y orangutanes conducen al descubrimiento de una impagable vacuna del patriotismo. Pero no todos los relatos traducidos por Amster tienen a los militares en el centro de la diana. En «El miedo», uno de los cuentos más logrados y comprometidos del volumen, Meyrink compone una dura y tétrica reprobación de la pena de muerte. El condenado, sometido en su celda a un inhumano aislamiento en las horas previas a su ejecución, es devorado por el gusano del terror. Dentro ya de un registro puramente fantástico y terrorífico, aderezado con los habituales toques de exotismo oriental tan caros a Meyrink, hallamos «La preparación», uno de los textos más espeluznantes y macabros. Por enésima vez, la villanía viene protagonizada por un mad doctor oriental, un siniestro médico persa que ha transformado a su enemigo europeo en un macabro reloj de pared. En «La muerte morada» —otro relato de gran atractivo—, Meyrink vuelve la vista a sus queridos escenarios orientales para narrarnos las peripecias de una expedición inglesa a un remoto enclave del Tíbet. Su descubrimiento de una tribu que vive aislada del mundo tendrá consecuencias fatales para la Humanidad, al difundirse una palabra mágica que obra, al ser proferida, una inmediata destrucción. Un relato de corte apocalíptico no falto de cierto humorismo grotesco. Finalmente, comentaré un par de relatos más, protagonizados en este caso por animales: «La maldición del sapo — Maldición del sapo» y «Chitrakarna, el camello distinguido». Se trata de dos divertidas fábulas morales, a la manera de Esopo, donde vuelven a ponerse en solfa, aunque de manera más disimulada, algunos valores castrenses, como son la obediencia ciega (simbolizada por el inconsciente caminar del ciempiés) o la autoinmolación inútil (reflejada en el gratuito bushido del camello): una burla expresa del «Dulce et decorum est pro patria mori».
Además de traductor, Maurico Amster fue también un notable diseñador gráfico, tipógrafo e ilustrador de libros y revistas, como lo manifiesta la portada que dibujó para su edición de La esfera negra y otros cuentos extraños (1947), publicada por la editorial chilena Zig-Zag, de la que fue director artístico. La interpretación gráfica del relato que da título al libro —una especie de bala de cañón que ocupa el lugar de la cabeza bajo el casco prusiano— no puede ser más elocuente.
Reseña de Manuel Fernández Labrada
No conocía esta antología. Otro pendiente…
Aunque Murciélagos tiene algunos de los relatos más famosos de Meyrink (como «El cardenal Napellus»), esta también los tiene muy buenos. Gracias por comentar.
No conocía la re edición de Eneida. Se ve bastante buena. Yo hace un tiempo encontré la edición de Zig Zag que es una maravilla.
Sí, a mí también me encantan esas viejas ediciones de Zig-Zag, aunque es difícil encontrarlas ya, al menos en España. La primera que tuve fue una de Hawthorne, El anciano campeón.
Me pasa algo similar con ediciones de ciertos autores que son escasísimas o simplemente no llegaron a Chile y ves en España y están por todos lados. Creo que es buen trabajo la reedición, como la que hace Eneida con La Esfera Negra. Nos acerca esos libros ya inencontrables.
Estoy de acuerdo contigo. Es bueno que los editores rescaten libros de interés, ya sea porque se agotaron o no fueron entendidos en su momento. Hay mucho por hacer. Un saludo