En los últimos años se vienen publicando algunas novelas de este importante escritor austríaco nacido en la antigua Bohemia (1805-1868), poco leído en España. Hasta ahora apenas contábamos con dos títulos suyos, Piedras de colores (Cátedra) y El solterón (incluido en el volumen Cuentos del romanticismo alemán, de Siruela). Una loable labor de recuperación, protagonizada por editoriales independientes, nos permite ahora disfrutar de otros títulos, como Abdías, Verano tardío, Brigitta, o El sendero en el bosque. Este último, junto con El solterón, han sido editados por Impedimenta en una convincente traducción de Carlos d`Ors. El solterón (El hombre sin posteridad, en otra reciente traducción chilena de LOM ediciones) es uno de sus títulos más importantes, y una muestra no demasiado ortodoxa de lo que se conoce como «novela de formación» (bildungsroman). El joven protagonista emprende una larga marcha a pie para conocer a su tío y futuro benefactor (el solterón), un hombre extravagante y desengañado que habita en una fantástica isla en medio de un lago de montaña, y que le transmite al final de su «aprendizaje» una curiosa enseñanza: no hay nada peor que morir sin dejar descendencia en el mundo («lo que tienes que hacer es casarte», le aconseja a su sobrino). Un mensaje bastante ingenuo, nada actual desde luego; pero es que en esta novela, como en todas las de Stifter, lo más interesante no es la moraleja. La pintura del paisaje, el original trazado de los personajes o su especial manera de narrar y describir son los ingredientes que nos hacen preferirlo a otros escritores contemporáneos quizás no tan «particulares».
Reseña de Manuel Fernández Labrada
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