Cuando un autor goza de nuestra total predilección, no es censurable que deseemos ver publicadas todas sus obras, incluidas las menos importantes o marginales. Queremos leerlas sin excepción, y nos quejamos de la miopía y falta de imaginación de los editores, que nos hacen esperar tanto tiempo. Luego, cuando al fin se cumplen nuestros votos y la obra sale a la luz, no es raro tampoco que nos decepcione por floja o por trivial, y comprendamos entonces que los editores no siempre son tan «burros» como los suponemos. Apurar un autor hasta el fondo -como cualquier otra cosa- tiene sus riesgos, puede dejarnos un mal sabor de boca… No es este el caso, desde luego, de Historia de una mentira (The Story of a Lie, 1879), una de las novelas de Robert Louis Stevenson (1850-1894) menos conocidas y más deliciosas, injustificablemente olvidada en nuestro idioma hasta la fecha, pero que al fin podremos leer y disfrutar gracias a la editorial Belvedere y a su traductora, María Jesús Pascual. Una «novella» que, por su asunto y personajes, no hubiera desdeñado escribir Henry James (gran amigo de Stevenson, por otra parte); quizás con mayor sutileza, pero no con mayor encanto ni comicidad.
Historia de una mentira se aparta de los camimos habituales por donde transitan las obras mayores de Stevenson -la aventura, el misterio y la fantasía- para centrarse en las relaciones humanas y el humor. Dick Naseby, hijo de un irascible terrateniente inglés, conoce en París a un aventurero de nombre Van Tromp, un supuesto pintor de segunda fila que no pasa de ser un farsante, un sablista y un borrachín. De vuelta a Inglaterra, el joven Dick conoce Esther, una encantadora muchacha que vive, acompañada por su tía, en una casita de campo alquilada en los terrenos de su padre. Su descubrimiento de que es la hija de Van Tromp no le impide enamorarse de ella ni iniciar una relación. Los problemas para la feliz pareja comenzarán cuando Peter Van Tromp regrese del continente con la intención de instalarse en la casa de su hija, que no lo ha visto desde que tenía seis años y atesora una imagen de su progenitor tan idealizada como errónea, imagen que Dick no se ha atrevido a desmentir… El desengaño de la pobre Esther -que pasa del arrobamiento de ver juntos a los dos hombres que más ama, a la más negra desesperación- es sin duda el aspecto más emotivo y cautivador del relato.
Los triángulos formados por dos enamorados y un progenitor anómalo del que conviene deshacerse -siempre el padre de ella- no son raros en la obra de Stevenson. Me vienen a la memoria dos ejemplos, uno en La isla de las voces, y otro en Catriona: el malvado brujo Kalamake y el hipócrita James More. Es preciso reconocer, sin embargo, que en Historia de una mentira Peter Van Tromp es el personaje que hará nuestras mayores delicias, tanto de palabra como de obra, gozando en todo momento, a pesar de ser un declarado y reconocido sinvergüenza, de ese especial atractivo con que Stevenson adorna a los personajes menos ejemplares de sus novelas.
Reseña de Manuel Fernández Labrada