No creo que existan muchos textos literarios que transmitan con mayor eficacia la alegría de vivir y la buena disposición hacia nuestros semejantes que esta novelita de Laurence Sterne, Viaje sentimental por Francia e Italia (1768). Es verdad que la traducción de Mondadori (por Verónica Canales) no es la primera ni será la última, y que, sin ir más lejos, las editoriales Funambulista y KRK sacaron hace apenas unos años las suyas, magníficamente editadas. Pero es que yo me he propuesto no dejar pasar sin leer edición alguna de esta obra. O lo que es lo mismo, estoy dispuesto a repetir este delicioso viaje de Londres al Continente, en compañía de Yorick, todas las veces que sea necesario…
Porque este viaje sentimental no es un viaje turístico al uso, sino un itinerario interior, una visión amable y comprensiva, humorística e irónica del ser humano en su infinita multiplicidad. ¡Qué poca atención le merecen al autor distancias, horarios, monumentos…, todos los fetiches del viajero vulgar y apresurado! El viajero sentimental se guía ante todo por su corazón, por las simpatías, la compasión, los enamoramientos súbitos, los sentimientos del momento… Una persona como Yorick, capaz de entretenerse una tarde entera descifrando el texto del papel que envolvía su desayuno, o de tomar como divisa un estornino preso que clama por su libertad, me parece que está en la mejor disposición de ánimo para alcanzar el título de viajero ejemplar; un viajero paciente que desprecia la planificación rutinaria, y se rige por los imprevistos que surgen a cada instante, gozosamente asumidos como la propia esencia del viaje.
Hace ya algunos años, Espasa-Calpe sacó un facsímil (no venal, para obsequio de sus lectores) de la edición española del Viaje sentimental de 1843 (Madrid, I. Boix), que venía acompañada de numerosos grabados, algunos firmados por el famoso ilustrador Tony Johannot (¡Qué pena que ninguna edición actual los reproduzca!). Curiosamente, en esta traducción (bastante imperfecta, como era lo habitual: «traducido libremente al castellano», se lee en la portada) aparecía censurada la escena galante con la fille de chambre parisina (una escena perfectamente ingenua, por lo demás), mientras que el grabado correspondiente (que podemos ver más abajo) permanecía en su lugar. ¿Sospecharían nuestros pobres antepasados que se les escamoteaba algo interesante?
Reseña de Manuel Fernández Labrada

Las tentaciones de un viajero sentimental en París, en la edición española de 1843 (dibujo de Tony Johannot)